Aunque me hago a menudo el firme propósito de realizar la compra fuera del fin de semana, por mil cuestiones no lo he conseguido todavía, con lo que cada sábado empuño el carrito como si fuera la lanza de Don Quijote. Por eso suelo decir que comprar en el supermercado es mi hazaña semanal.
A mis hijos, que como casi todos los niños son de peñón fijo y quieren repetir el mismo juego cada semana, les encanta que les diga un ingrediente, azúcar por ejemplo, y lanzarse corriendo por los pasillos para ver quién consigue traérmelo antes. Cuanta más gente o más obstáculos más divertido es el pasatiempo.
Supongo que habréis oído hablar de las técnicas que tienen los supermercados para hacernos comprar más. Yo también las conozco pero, así y todo, caigo en ellas. Me vuelve loca que cambien los artículos de lugar, con lo cabezota que soy no paro hasta encontrar el que estoy buscando, así que doy más vueltas que una peonza. En el mismo tiempo que mis hijos encuentran tres productos yo sólo localizo uno, tampoco es cuestión de embestir con el carrito.
Además, hay tantas marcas y tanta variedad, que pierdo un tiempo precioso en decidirme y calcular si me conviene más llevarme dos envases pequeños o si ahorro comprando el envase grande ¿Y la música? sé que es una estrategia de marketing, que las melodías más marchosas inducen a comprar, pero a mí sólo me producen un intenso dolor de cabeza y me despistan en mi comparativa de artículos.
En cuanto a llevar una lista de la compra y ceñirme a ella, soy incapaz. Llego a casa con más cosas de las que necesito, amparada bajo el "por si acaso", y me dejo tentar por todas las ofertas habidas y por haber ¡Qué peligro tengo! ¿Entendéis por qué digo que la compra es mi hazaña semanal? Espero que tengáis más voluntad que la mía ¿o no?
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