Conseguir el elixir de la eterna juventud o dilatar al máximo los años de duración de la vida, son metas que han preocupado a nuestros investigadores desde mucho tiempo atrás. Concretamente, hace más de 75 años que estudios realizados con diversos animales de laboratorio, vinculaban la reducción en la ingesta de calorías con una mayor longevidad. Según esas investigadores, restringir calorías en la dieta producía un alargamiento de la vida.
Debido a los tan espectaculares resultados obtenidos con dichos estudios, los científicos del Instituto Nacional de Envejecimiento de Baltimore (EEUU), decidieron profundizar más, empezando en 1987 a analizar los efectos de la disminución calórica en la dieta de los macaco rhesus, uno de los primates más parecidos al hombre.
Pero el monito estropeó la teoría. Lo que había funcionado en roedores, gusanos y moscas ha fracasado en el macaco rhesus, echando por tierra la creencia de que comer menos alarga la vida. Los estudios, publicados en la revista Nature, concluyen que los monos con una dieta baja en calorías no vivieron más tiempo que sus compañeros alimentados con una dieta calórica.
A pesar del fracaso que supone dicho descubrimiento para las ideas que hasta ahora habían sido consideradas correctas, se ha demostrado que aunque la dieta no influye en la esperanza de vida, sí produce grandes beneficios para la salud. Concretamente, disminuiría la diabetes, el nivel de triglicéridos y el estrés oxidativo, problemas todos relacionados con la edad. Comer menos no nos hará más longevos pero sí más delgados y con mejores condiciones físicas.
Tendremos que seguir esperando esa fórmula mágica que nos permita alargar nuestra existencia. Hasta que llegue, mejor concienciarnos de que es importante cumplir años con una buena calidad de vida, lo cual significa seguir una dieta sana y variada. Restringir calorías no alarga la vida pero ayuda a sobrellevarla. Si regulamos la cantidad y la calidad de los alimentos que tomamos, sin duda, viviremos mejor.
Vía | Nature
Foto | Nagarjun
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