Comer en Lisboa. Hockey Cafee en Sintra

En nuestros días de turismo en la provincia de Lisboa, no quisimos dejar de visitar Sintra, y como no tuvimos demasiado tiempo para preparar el viaje, no llevábamos una idea clara de dónde comer. Tras visitar el Palacio da Pena y pasear por el gran parque que lo rodea, bajamos al centro de la villa con mucha hambre y poco tiempo para decidir. Sin ninguna referencia y situados en la zona aledaña al Palacio Nacional de Sintra, repleta de restaurantes, tuvimos que guiarnos del instinto a la hora de escoger.

La intención era hacer una comida rápida y económica para seguir pateando por la tarde, ya que teníamos pendiente una visita a Quinta da Regaleira y el Palacio de Queluz. Así que tras echar un vistazo al panorama nos sentamos en la terraza del Hockey Cafee.

La carta, extensa y en tres idiomas, arrojaba una gran cantidad de platos a elegir, muchos de ellos completísimos y perfectos para nuestro objetivo. Pedimos unas cervezas que llegaron recién tiradas y muy frías a la mesa.

El pan no se pone en la mesa a no ser que el cliente lo pida, este resulta muy bueno, unas pequeñas hogazas de pan de pueblo. Mientras preparaban nuestra comanda, pudimos ver en la mesa contigua que la cosa prometía, los platos tenían muy buena pinta y un pan de ajo nos guiñaba el ojo provocador, así que pedimos una ración.

Escogí una espetada mista, que es una brocheta de diferentes carnes acompañada de patatas fritas y ensalada. La guarnición de ensalada era fácil y agradable de comer, compuesta de una mezcla de lechugas, zanahoria rallada y tomate. El plato estaba correcto, aunque la carne estaba ligeramente seca.

El plato de mi acompañante, un lomo de cerdo con salsa de romero negro y migas, resultó mucho más bueno que el mío. La carne era muy tierna y la salsa que la bañaba tenía muy buen sabor. Las migas de la guarnición eran caseras y sabrosísimas. El pan de ajo nos gustó mucho, estaba ligeramente tostado, con una mantequilla untuosa a medio derretir.

La experiencia estaba siendo tan buena que no pudimos resitirnos a la tentación de pedir postre, ya que los platillos que pasaban a nuestro alrededor prometían mucho. Fiel a mi costumbre de probar cosas nuevas y propias del lugar, pedí unas farofias con natillas y manzanas.

Sin saber de que se trataba, esperaba el momento de verlas y resultaron ser unos merengues cocidos, bañados en una natilla fina y colocados sobre una cama de manzana asada. Como soy forofa del merengue me puse muy contenta, la combinación de la textura del merengue y los sabores de la manzana y la natilla me gustaron mucho.

Mi acompañante pidió un petit gateau de chocolate, servido con un helado de nata y una crema de chantilly, espolvoreado con azúcar glass y cacao. Tan bueno para la vista como para el gusto.

Dos cafés cerraron una comida que en un primer momento iba a ser corta y rápida, y se convirtió en un momento placentero y reposado. Aquí también el café fue exquisito, expresso, amargo y con crema. Tengo que decir que así como en muchos sitios pedir un solo descafeinado de máquina suele conducir a confusiones, olvidos y demás enredos, en Portugal entendieron lo que quería sin problemas, pudiendo disfrutar de mi cafelito y de un profundo sueño a partes iguales.

Una recomendación: si se va a comer en la terraza, hay que mirar bien donde se sienta uno, ya que una parte de la terraza corresponde a otro restaurante situado al otro lado de la carretera. En resumen, comimos muy bien por unos 25 euros cada uno, con una atención amable y una comida limpia y bien preparada.