Sevilla tiene un olor muy especial

Sevilla tiene un olor muy especial
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Parafraseando a la popular canción: Sevilla tiene un olor muy especial. Sea la época del año que sea, la gente parece vivir permanentemente en sus calles, poblando las innumerables terrazas de bares y restaurantes, que inundan la via pública con las fragancias emanadas desde sus cocinas.

En cada esquina y en cada momento del día, al viandante le espera un olor diferente, que le seduce a sentarse un rato en aquellas mesas al sol y degustar el responsable de tan suculento aroma. Cuesta resistirse, porque como podréis leer en seguida, la oferta olfativa era de lo más variada y sugerente.

El olor de la mañana

A primera hora de la mañana, Sevilla huele a café, a tostadas y a porras (o churros, según la nomenclatura local). Un trío aromático que le alegra a uno el despertar, y más si todo ello se disfruta en una terraza bañada por el cálido sol hispalense. Es prácticamente imposible salir de casa sin desayunar y no detenerse a morder alguna de esas tostadas con aceite de oliva y jamón, o mojar una porra en el café.

A medida que avanza el día, el desayuno enlaza con el almuerzo, y el olor de la calle abandona el tueste del café por uno mucho más andaluz: la fritanga (dicho sin un ápice de desprecio). El “pescaíto” frito envuelto en su inconfundible cucurucho de papel extiende sus efluvios varias manzanas a la redonda, y puesto que parece haber un pequeño puesto en cada esquina, la ciudad entera se impregna de su olor.

Sevilla tiene un olor muy especial - castañas

Pero no es ese el único olor con el que uno se cruza paseando por la ciudad, a media mañana, uno también se encuentra con revueltos de ajetes, jamón recién cortado y otras delicias provocadoras.

El olor de la tarde

Cuando el sol pierde fuerza y la fresca tarde otoñal hace acto de presencia, otro olor se adueña de la calles y plazas, el de las castañas haciéndose sobre las brasas. Un olor maravilloso que todos asociamos al frío y al invierno.

Durante la cena, los manjares cocinados en los pequeños locales y servidos en las terrazas a pesar del frescor vuelven a inundar las aceras con sus variados aromas y, de postre, uno se ve sorprendido con frecuencia por frondosos jazmines que destapan su fragancia y le acompañan a uno hasta el hotel para descansar a la espera de un nuevo día lleno de maravillosos olores.

Imágenes | Watzpatzkowski y Presleyjesus en Flickr
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