Torres Mas La Plana Gran Coronas 1995

Tampoco le vamos a descubrir a nadie, ni la bodega Torres, ni su mejor cabernet sauvignon: el Mas la Plana. No obstante, me gustaría hablarles hoy de este vino, de las viejas viñas de cabernet que posee la familia Torres en el Penedés, y de como año tras año logran sacar al mercado un vino que puede codearse, al mas alto nivel, con los grandes cabernets del viejo y nuevo mundo.

Todo empieza en la viña, en el Mas La Plana, esas 29 hectáreas que la familia Torres cultiva en la población de Pacs, en pleno corazón de la D.O. Penedès. Un terreno especialmente favorable para la producción de viña que ya se reservaron para sí los condes de Barcelona en plena Edad Media. Y de ahí hasta mediados de los 60 cuando la familia Torres remodela la vieja mansión del siglo XVIII y, mirando a Burdeos, replanta los viñedos con cepas de Cabernet Sauvignon.

Un vistazo a…

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De este viñedo se empieza a producir el Mas la Plana Gran Coronas Etiqueta Negra que ya en su añada del año 70 se alza con el primer premio en la Olimpiada del Vino de 1979 en París, dejando atrás míticos nombres como Latour, Pichon-Lalande o Mission Haut Brion.

Actualmente el viñedo de Mas La Plana tiene una media de edad de unos 25-30 años y se cultiva de forma tradicional y con vocación ecológica, sin uso de pesticidas. Las bajas producciones, de unos 2 kilos por cepa, garantizan una buena concentración de taninos y azúcares, y de esta manera aseguran que el vino exprese su casta y origen en todas sus dimensiones. La crianza se efectúa en barricas de roble de Trocais y Nevers por un periodo aproximado de 18 meses.

La añada 1995 en el Penedés fue calificada como muy buena por su consejo regulador. En general fue un año de moderada pluviometría y con buena insolación. Esto permitió una buena maduración de la fruta, con vinos bien concentrados y potentes.

Torres Mas La Plana Gran Coronas 1995. Copa

Y así luce este Mas La Plana Gran Coronas 1995, con un color de capa impenetrable, oscuro y no muy brillante, con un ribete achocolatado. La nariz es intensa, muy varietal, con notas de moras y arándanos, café y recuerdos apimentados. Con el aire gana en complejidad con algunas notas de ciruelas y recuerdos de tierra mojada y trufa. En boca es potente y cálido, mediterráneo, con el alcohol presente y cierta falta de acidez.

Aún así sabroso y pleno, con el tanino apretado empujando al final de la boca. Un vino a la zaga de modernas elaboraciones concentradas y extraídas que si bien expresa muy bien su origen no acaba de encontrar toda su grandeza en esta añada. Eso, o que la conservación de esta botella no ha sido la adecuada en estos casi catorce años de vida que tiene el vino. ¡Que todo podría ser!