Un jesuita inventó un método para cultivar arroz que enfrenta a los científicos, pero podría producir más y contaminar menos

Un jesuita inventó un método para cultivar arroz que enfrenta a los científicos, pero podría producir más y contaminar menos
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El misionero jesuita Henri de Laulanié llegó a Madagascar en 1961, cuando acababa de cumplir 41 primaveras, y se pasó los últimos 34 años de su vida ayudando a los campesinos del país a mejorar sus cultivos de arroz. No lo hizo rezando, ni leyendo la Biblia. De Laulaníe había estudiado en el Institut National Agronomique de París y aplicó sus conocimientos sobre el cultivo de arroz, del que era especialista, a las especificidades de la zona.

La situación de los campesinos malgaches era enormemente compleja. El arroz es el alimento principal de la isla, del que proviene la mitad de las calorías de la población, pero el ecosistema del cultivo se estaba degradando muy rápidamente, a medida que un número creciente de granjeros hambrientos trataban desesperadamente de cultivar arroz en un suelo cada vez más erosionado y desnutrido.

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De Laulaníe observó que al sembrar muchas menos semillas de lo habitual, transplantarlas antes, usar materia orgánica como fertilizante y regar las plantas de forma intermitente (en vez de inundarlas) los rendimientos aumentaban enormemente, mientras que el uso de agua y semillas se reducía a más de la mitad.

Según el sacerdote, al dar más oxígeno a las plantas, minimizar la competencia entre ellas y controlar estrictamente el agua que recibían, estas se hacían más fuertes y resistentes a las inundaciones y la sequía.

En 1983, De Laulanié puso negro sobre blanco el método y lo bautizó como Sistema de Intensificación del Arroz (más conocido como SRI, por sus siglas en inglés). En estos años fundó además una escuela agrícola que empezó a enseñar el método a los jóvenes campesinos malgaches así como una ONG (Asosicación Tefy Saina) para promover la técnica en el resto del país. Según estas organizaciones, la producción de los granjeros pasó de dos a ocho toneladas por hectárea.

El arroz emite hasta el 1,5 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del mundo

Pero, aunque el método estaba dando sus frutos en la isla africana, este permanecía al margen de la comunidad científica. No fue hasta 1993 cuando Norman Uphoff, que por entonces era el director del Instituto Internacional de Alimentación, Agricultura y Desarrollo de la Universidad de Cornell –una de las más prestigiosas universidades en lo que a agronomía se refiere–, viajó a la isla para conocer el método y quedó enormemente sorprendido. Fue entonces cuando se realizaron las primeras investigaciones científicas al respecto y, tras obtener resultados satisfactorios, Uphoff se volcó de lleno en la promoción de la metodología.

De Laulanié falleció en 1995 sin conocer los progresos de la Universidad de Cornell, que empezó a señalar, además, una de las grandes ventajas del SRI que su fundador no había tenido en cuenta, y es que ayuda a reducir notablemente la contaminación atmosférica que genera el cultivo, que es mucho mayor de lo que podríamos pensar.

El arroz emite hasta el 1,5 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del mundo. Dado que se espera que la población en el sudeste asiático aumente en 100 millones de personas en los próximos 20 años, las emisiones del cultivo de arroz podrían crecer un 30 % o más. El SRI, aseguran sus promotores, aumenta la captura de carbono de los cultivos a la vez que reduce las emisiones de metano, por lo que podría ser una herramienta tremendamente útil para luchar contra el cambio climático.

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Norman Uphoff, en el centro, en uno de sus encuentros para promocionar el SRI.

Un método que enfrenta a los científicos

Según el SRI International Network and Resources Center, que se fundó en 2010 en la propia Universidad de Cornell, el sistema ideado por De Laulanié está siendo utilizado ya por más de 10 millones de pequeños agricultores en más de 55 países. Pero pese a que se han publicado cientos de artículos científicos sobre el método los resultados son contradictorios.

Los críticos con el SRI aseguran que se trata de una metodología muy flexibl que no cuenta con una base científica sólida

“Hay muchísima literatura científica mirándolo”, asegura a Directo al Paladar Maite Martínez-Eixarch, investigadora del departamento de Aguas Marinas y Continentales de Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), pero “hace muchos años que están con ello y el debate continúa”.

Como explica la investigadora, los críticos con el SRI aseguran que se trata de una metodología muy flexible, que cambia en función del lugar en el que se aplica, y no cuenta con una base científica para exportarlo de forma universal. En concreto, según Martínez-Eixarch, el método parece funcionar en zonas menos favorables, en las que el cultivo tiene limitaciones biofísicas, como es el caso de Madagascar, pero no está siendo replicable en otros ambientes.

Sus defensores defienden, no obstante, que el SRI puede adaptarse con éxito a cada escenario local. “Los resultados arrojan constantemente el aumento del rendimiento, la disminución en el uso de semillas, agua y productos químicos, y el aumento de los ingresos”, asegura el propio Uphoff en declaraciones a The Guardian.

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El dctor Y.S. Koma sujeta una planta de 17 días de edad antes de ser transplantada.

Un método en continua expansión

Pese a la controversia científica, el método se está promoviendo a nivel gubernamental y empresarial en muchos países asiáticos, donde más arroz se cultiva.

Olam, uno de los mayores productores de arroz del mundo, está trabajando junto a la agencia de desarrollo alemana GIZ y los gobiernos del sudeste asiático para, en un periodo de cinco años, introducir el SRI en 100.000 cultivos de Tailandia, Camboya, Vietnam y la India. El objetivo es aumentar la producción y la rentabilidad de los cultivos, mientras se reduce a la mitad las emisiones de metano, que es aproximadamente 30 veces más potente que el CO2 como gas de efecto invernadero,

El arroz es tanto una víctima como una causa del cambio climático

Sunny Verghese, CEO de la compañía, que mantiene más de 10.000 hectáreas de cultivo en Nigeria y comercializa cerca del 20 % del arroz del mundo, es un firme defensor del SRI. “En Nigeria vimos un aumento del 70 % en los rendimientos”, asegura en The Guardian. “El SRI es revolucionario, es un cambio genuino en el pensamiento, pero es difícil para los científicos comprender que un aficionado [como Laulanié] tuviera la solución”.

Para Verghese, “el arroz es tanto una víctima como una causa del cambio climático”, y si queremos alimentar a la creciente población será prioritario reducir las emisiones de un cultivo esencial para la humanidad.

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Foto de un grupo de agricultores que está aplicando el método en Vietnam.

Aunque Martínez-Eixarch asegura que el debate científico sobre el SRI está lejos de cerrarse, cree que al menos la parte de la metodología que se refiere al riego intermitente es aplicable a gran escala y podría tener un importante papel a la hora de frenar las emisiones de metano de los cultivos, que es precisamente la especialidad de su grupo de investigación.

“En Europa hay un proyecto que empezamos en 2015, lo hemos probado a nivel experimental y está funcionando con producciones importantes, pero hay que aplicarlo a mayor escala para adaptarlo y reducir las emisiones sin que la producción se vea mermada”, explica la investigadora española. “Es una línea muy prometedora”.

Imágenes | SRI International Network and Resources Center

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