La “regla sagrada” que José María Aznar impuso al llegar a la Moncloa: tenía que tomar todos los días un helado de esta marca

El presidente no perdonaba terminar cada comida y cada cena con su helado favorito, y no admitía otras marcas

Aznar Helado
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Liliana Fuchs

Editor

La estancia de los Aznar en el Palacio de la Moncloa fue peculiar ya desde la misma llegada de la familia a la residencia presidencial. En lugar de ser el nuevo presidente y su esposa quienes recorrieran las estancias saludando al personal, fue el servicio el que tuvo que formar una fila en el recibidor, al estilo aristocrático inglés. Había que adaptarse a los recién llegados, también en los fogones.

Lo cuenta así Julio González de Buitrago, jefe de cocina de la Moncloa durante más de treinta años, en el capítulo dedicado a los Aznar de su libro La cocina de la Moncloa (Espasa, 2014), donde recoge memorias, anécdotas, historias y recetas. Y del recibimiento de los nuevos residentes recuerda especialmente el entusiasmo de doña Ana Botella, saludando a cada uno de los miembros del personal.

Fue la misma doña Ana quien, una vez terminadas las presentaciones, se llevó a González a un aparte para comentarle los gustos particulares del matrimonio en cuanto a las comidas, cenas y demás menesteres culinarios.

Helado Tarrina

Además de comentar que las comidas debían ser “variadas”, señaló que tenían una predilección especial por los arroces y el churrasco, pero había una “regla sagrada” en concreto que debía “cumplirse a rajatabla”, la cual atañía a su marido: el presidente tomaría todos los días del año helado de café de la marca Häagen-Dazs, en el almuerzo y en la cena.

“¡Eso sí que no me lo esperaba”, exclama González de Buitrago en su libro, que, pese a considerarse un profesional sobradamente preparado y con experiencia para responder a cualquier capricho presidencial, aquella regla le pilló por sorpresa. Ni cinco minutos tardó en salir un coche de incidencias en dirección a El Corte Inglés para hacer acopio del susodicho producto, el cual, sobra resaltar, no formaba parte de la nutrida despensa de la Moncloa. 

Desde aquel primer día nunca faltarían tarrinas de helado Häagen-Dazs sabor café en el Palacio, pero no siempre sería tan fácil conseguir cumplir con aquella norma sagrada caprichosa. Los viajes del presidente y sus compromisos en comidas y cenas ponían a prueba la pericia de su personal.

Recuerda por ejemplo González un fatídico fin de semana en Jaén, cuando se quedaron sin existencias de helado en la finca de Patrimonio Nacional que los presidentes solían frecuentar. El conductor, encargado de encontrar nuevas reservas en la zona, no pudo localizar ni una sola tarrina de ese sabor concreto de aquella marca. Al comunicar la mala noticia al presidente Aznar, este exclamó: “¡Joder, vaya desastre!”. 

Doña Ana Botella no mentía, era una norma inquebrantable que se volvió asunto de Estado. Para evitar más sobresaltos, en alguna ocasión se llevó a enviar el helado desde Madrid por avión al destino del presidente. Había que adelantarse a posibles infortunios.

Imágenes | Unión Europea/Häagen-Dazs 

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