
Yogur helado, hermanos enfrentados y el negocio que se desinfló mientras su copia se lo comía vivo
Hubo un tiempo —allá por los años 2010 y pico— en que decir Llaollao era sinónimo de modernidad, toppings infinitos y colas eternas bajo fluorescentes y cucharillas verdes y estilizadas. Si no te habías comido un vaso XL con mango, sandía, Oreo y sirope de maracuyá, no eras nadie. Era el yogur helado cool, el plan post-Zara por excelencia, el TikTok antes de TikTok.
Pero como todo en esta vida, la moda es volátil. Y lo que ayer era fiebre, hoy es más un eco. En un vídeo reciente, el usuario @alonhuertas_ repasa con tono tragicómico la historia de ascenso y (moderado) descenso de esta cadena alicantina, preguntándose: ¿qué demonios le pasó a Llaollao?, ¿dónde están esas largas colas y por qué huele a nostalgia y no a yogur?
Crecimiento a velocidad récord
El fenómeno Llaollao fue tan intenso como corto. Fundada por Pedro Espinosa en 2009 en Denia, aunque con sede central en Murcia, la marca creció con velocidad récord, llegó a Asia, y vendía una idea: postre “saludable”, personalizable y 100% instagrameable. Pero lo que pocos sabían es que en los fogones del éxito también se estaba cocinando un drama familiar digno de serie. La traición del yogur.
La historia da un giro inesperado cuando, tras el éxito inicial, los propios hermanos del fundador de Llaollao decidieron montar su propia cadena de yogur helado: smöoy . Sí, una franquicia casi idéntica, nacida del mismo ADN familiar pero con otra visión (quizás una pizca de venganza) y un icónico color rosa.
Lo curioso (y jugoso) es que los hermanos fueron también proveedores y parte activa del arranque de Llaollao, pero tras discrepancias internas, se escindieron y montaron su alternativa por su cuenta. Resultado: una (aparente) pelea empresarial.
Monopolio del yogur helado
Para algunos esto fue, sin embargo, una jugada maestra por parte de la familia, pues entre unos hermanos y otros consiguieron por un tiempo monopolizar el mercado del yogur helado.
Aunque Smooy no alcanzó la misma proyección internacional, sí logró hacerle sombra en el mercado español, especialmente cuando Llaollao empezó a perder chispa.
El producto de Llaollao era básico pero efectivo: yogur helado natural acompañado de toppings al gusto. Desde frutas hasta cereales, salsas y galletas. La textura cremosa y la idea de que era menos culpable que un helado normal. Esta era la clave.
Al principio funcionó como un reloj. Frío, rápido, sabroso. Pero con el tiempo, el mercado se saturó. Aparecieron clones, cadenas parecidas e incluso heladerías tradicionales que ofrecían lo mismo pero sin tanto envoltorio verde lima. Lo que antes era novedad se convirtió en rutina.
Hoy Llaollao sigue viva. Con más de 200 puntos de venta repartidos por el mundo, aún puede presumir de expansión. Pero en España, su aura ha bajado. Ya no es tendencia. Es simplemente una opción más. Como un fondo de armario al que ya no recurres o solo cuando necesitas ese básico.
Imágenes | Llaollao - @alonhuertas_ - smooy
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