El alcohol se metaboliza de forma distinta en altura y puede agravar síntomas que muchos confunden con una simple resaca
Hay un ritual que parece escrito en piedra: esquiar, acabar con las piernas temblando y rematar el día con un après-ski de copa en mano, de lo que sea. Suena inocente, casi entrañable, como si el frío justificara automáticamente el uno rápido antes de cenar.
El problema es que la montaña no funciona con las mismas reglas que la ciudad. No solo cambia la pendiente: cambian el cuerpo, el sueño, la hidratación y la manera en que se sienten los excesos, incluso los que en casa no cuentan.
Según la revista Food & Wine, el alcohol a cierta altitud puede jugar en tu contra porque se mezcla con un invitado silencioso: el mal de altura, que a menudo se confunde con una resaca temprana o con me ha sentado mal el viaje.
El mal de altura
El mal de altura suele empezar con dolor de cabeza y, horas después (o al día siguiente), puede sumar náuseas, mareo y fatiga; además, la actividad física lo empeora, algo poco compatible con pasar la mañana bajando pistas. Food & Wine lo describe como una molestia que aparece de forma irregular y que no siempre avisa con señales claras.
La parte delicada es la combinación. La doctora Allie Buttarazzi explica en este medio que el alcohol "interfiere con la aclimatación, deshidrata y suprime la respiración", lo que reduce aún más los niveles de oxígeno y puede intensificar síntomas como dolor de cabeza, náuseas y cansancio, especialmente los primeros días en altura.
También apunta que algunas personas pueden ser más vulnerables: quienes sufren migrañas (por cómo influyen los niveles de oxígeno en el dolor), y también quienes tienen diabetes, porque los síntomas del mal de altura pueden confundirse con bajadas o subidas de azúcar.
En la práctica, esto explica por qué las copas de siempre que se hacen a un nivel más cercano al mar, altitud cero, pega distinto: menos oxígeno y más deshidratación hacen que un par de copas parezcan cuatro, y al día siguiente la frontera entre resaca y mal de altura se vuelve una especie de sudoku.
Lo básico es hidratarse, dormir bien y limitar el alcohol, sobre todo al principio. Si aparecen síntomas, lo prudente es parar, descansar y no seguir ascendiendo; y si hay dificultad respiratoria, confusión o tos con flemas espesas, la recomendación pasa por buscar ayuda médica.
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