Es un regalo que hace menos amargo el terminarse el helado, pero además cumple una función muy útil
En ocasiones, las mejores cosas de la vida nos aguardan al final. De esta idea han construido los helados Cornetto uno de sus signos de identidad; su punta rellena de chocolate se repite ya en prácticamente todos los conos de la competencia: es un pequeño gran placer que hacen la amarga despedida del helado mucho más dulce. Y no es solo un regalo para los golosos consumidores, también es de lo más útil.
Hay impacientes que prefieren empezar a devorar su helado justo al revés de lo que dicta la lógica, mordiendo el cucurucho por la punta. Incluso se dan casos de quienes siguen su ritual mordiendo el barquillo hasta que pueden aspirar el helado de crema, un método no apto para novatos que no quieran acabar llenos de churretones. Pero morder la punta para seguir comiéndolo por arriba es otro gran error: sin la punta de chocolate, el desastre está asegurado.
Lo hemos experimentado todos al comer un helado de heladería servido al momento en cucurucho de barquillo más artesanal; si no te das prisa y hace mucho calor, la crema se va derritiendo, cayendo por el interior del cono hasta buscar salida en la punta. La galleta se va empapando, reblandeciéndose y, al final, rompiéndose. Un desastre, vaya.
En los conos industriales es una problemática mayor, pues hay que formar los cucuruchos en un proceso automatizado que garantice distribuir en perfecto estado helados formados por barquillo, crema y demás ingredientes, según cada variedad. Hasta que no se inventó un sistema para aislar el interior de los barquillos, era imposible producir conos comerciales.
El milagro se obró cuando Spica, un fabricante de helados napolitano, inventó un sistema en 1959 para cubrir el barquillo por dentro con una capa de mezcla de azúcar, aceite y chocolate, cuya patente compraría Unilever años más tarde, comenzando a producir sus mundialmente famosos Cornettos.
Algunas fuentes aseguran que la acumulación de chocolate en la punta fue puramente accidental, al derretirse parte de esa capa aislante con los cambios de temperatura. Con el tiempo se perfeccionó la técnica para que el aislamiento interior no se derritiera, pero se hizo tan popular ese extremo de chocolate, que la marca terminaría por incluirlo a propósito en todos sus conos.
Lo cierto es que en el otro lado del mundo, en Australia, esa punta de chocolate fue un invento ad hoc salido de la histórica fábrica original de los helados Peters, la más antigua y popular australiana, hoy parte de Froneri, gran competidora de Unilever. Froneri fabrica, por ejemplo, los Extreme de Nestlé, que en el país de los canguros se conocen como Drumsticks. También tienen, por supuesto, su punta de chocolate.
Sea como sea, ese extremo final chocolatoso es un win-win para todos: irresistible para los fans de los helados de cono, muy útil para los fabricantes y también un alivio para los más torpes que tienden a mancharse con helados derretidos que gotean por la punta de los barquillos.
Son tan populares, que ya se comercializan solo las puntas de los conos rellenas de chocolate en diferentes formatos y marcas, incluyendo Cornetto en países como Reino Unido. Aunque, bien mirado, sin todo el helado completo como que parece que pierden parte de su gracia.
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