Adiós a las alacenas: los espacios abiertos se imponen en las cocinas

El modelo tradicional cede terreno frente a estructuras ligeras y almacenaje a la vista

Joana Costa

Editor

Las cocinas llevan años moviéndose hacia un lenguaje más amable y menos opresivo, pero en 2026 el giro será definitivo: las alacenas altas empiezan a desaparecer en muchas reformas. 

La idea de llenar las paredes de muebles cerrados, tan práctica como visualmente densa, está perdiendo terreno frente a una estética más abierta, donde la ligereza manda y los objetos cotidianos conviven a la vista sin dramatismos.

Este cambio responde a una necesidad casi universal: hacer que espacios pequeños parezcan más amplios sin tirar muros ni asumir gastos astronómicos. 

Mejor reparto de la luz

Al eliminar los módulos altos, la cocina respira mejor y se evita esa sensación de torre de cajas que algunos pisos heredados arrastran desde los noventa. Además, la luz natural se reparte de forma más homogénea cuando no encuentra muebles que la bloqueen.

Los interioristas coinciden en que esta tendencia no es solo estética. También tiene que ver con cómo se vive y se cocina hoy. Acceder a platos, especias o utensilios sin abrir cinco puertas resulta más dinámico y, paradójicamente, ordenado.

Ahora bien, lo que se ve obliga a mantener un mínimo de coherencia. Por eso proliferan las baldas robustas, los estantes metálicos o de madera natural y los sistemas modulares que permiten ajustar la altura según el uso real.

La desaparición de las alacenas no implica renunciar al almacenaje. Simplemente lo redistribuye en muebles bajos más amplios, gavetas profundas y soluciones ocultas que aprovechan cada centímetro

En muchos estudios se aprecia cómo esta reorganización no solo libera la parte superior, sino que también ayuda a simplificar rutinas: todo está más a mano, y lo que no se usa cada día puede guardarse en despensas auxiliares.

Una sensación de calma

Este enfoque prolonga la vida visual de la cocina. Los espacios abiertos envejecen mejor porque no van repletos de frentes, tiradores o líneas que quedan obsoletas con rapidez. La sensación final es más calmada, más honesta y más fácil de actualizar con pequeños gestos, como cambiar la vajilla expuesta o renovar los textiles.

En balcones, cocinas pequeñas o espacios integrados en el salón, esta tendencia funciona especialmente bien. La falta de alacenas evita que el conjunto se vea demasiado técnico y lo acerca más al lenguaje del mobiliario doméstico. Así, la cocina se integra sin robar protagonismo, una exigencia cada vez más habitual en viviendas donde el espacio manda y cada decisión cuenta.

Aunque pueda parecer arriesgado, quienes han probado este cambio suelen coincidir en la misma idea: vivir sin alacenas no solo libera pared, también libera hábitos. La cocina deja de ser un lugar para acumular y se convierte en un espacio práctico y coherente, donde todo tiene una razón de ser y un lugar visible.

Foto | Pexels

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