Los debates en torno al aire acondicionado son cada vez más populares. Estos son algunos de los mitos que hay que derribar
Cada verano se repite la historia: suben las temperaturas y con ellas, las teorías absurdas sobre el aire acondicionado. Que si gasta menos a 25 °C, que si dormir con él encendido te deja tieso del cuello, que si no puedes abrir ventanas. Mitos necesariamente modernos que conviene poner en duda.
La mayoría se transmiten de generación en generación como si fueran consejos sabios, pero tienen más de leyenda urbana que de fundamento técnico. Y mientras tanto, miles de aparatos luchan por mantener a sus dueños medianamente cuerdos entre tanta ola de calor.
En entorno, fundamental
Es hora de llamar a las cosas por su nombre: no gasta lo mismo ponerlo a 22 °C que a 25 °C, pero tampoco se dispara la factura por tres grados. Todo depende del aislamiento, la humedad y, sobre todo, de cuánto tarda en alcanzar la temperatura deseada, así que el entorno es fundamental.
El gasto energético no se calcula solo por grados, sino por diferencia térmica entre el interior y el exterior. Si fuera hay 40 °C, poner el aire a 24 °C exige mucho más esfuerzo que mantenerlo en 26 °C. El truco está en encontrar el equilibrio funcional.
Otro mito habitual: el aire acondicionado seca el ambiente hasta convertir tu casa en un desierto. La realidad es que baja la humedad relativa, sí, pero eso es justo lo que hace que el cuerpo perciba el aire como fresco. Sin eso, el sudor no se evapora igual.
Modo noche
Respecto a dormir con él encendido, depende. Los modelos modernos cuentan con modo noche o función silenciosa. Lo que no conviene es tenerlo a tope de potencia y dirección fija toda la noche. Ahí sí vienen los cuellos torcidos y las gargantas secas.
Tampoco tiene sentido apagar y encender todo el rato. El aire no funciona como una lámpara: cada vez que arranca gasta más energía. Mantener una temperatura constante a velocidad media es más eficiente que vivir en un ciclo de calor y frío intermitente.
También, lo de dejar las puertas abiertas para que refresque más rápido es un error. El aire no se distribuye como uno espera y lo único que se consigue es malgastar el esfuerzo del aparato. Mejor cerrar y dejar que trabaje en paz con su microclima interior.
A veces, lo más sostenible no es apagarlo, sino entender cómo funciona. Porque el enemigo no es el aire acondicionado, sino las costumbres mal heredadas y sobre todo la ansiedad por refrescarse sin pensar. Con la que está cayendo fuera, más vale tenerlo claro y fresco en mente.
Foto | Max Vakhtbovycn y Rachel Claire
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