Champagne: porque yo lo valgo


Pocas bebidas alcanzan el glamour y fascinación de los que hace gala el famoso vino francés, símbolo indisoluble del lujo y boato. Es el máximo exponente del savoir faire francés, al menos en el apartado comercial.

El champagne (o champán en su nomenclatura española) Es un vino elaborado por el método champenoise, eso es, con una segunda fermentación en la botella, propiciada por la adición de azúcares y levaduras, de igual manera que se realiza en toda Cataluña (y parte de España, ya que al contrario que en Francia, el término cava define un sistema de elaboración y no una localizada zona de producción).

Sustanciales diferencias son las que marcan la divergencia entre el caldo francés y el español, las más llamativas, diferentes suelos, climas y uvas. En este caso concreto, el denominado terroir francés adquiere en el champagne uno de sus significados más superlativos, ya que el éxito del espumoso francés se debe a la conjunción de diferentes parámetros naturales, a los que hay que sumar la ineludible manipulación humana.


Incluso el clima, tema tan controvertido en la viticultura, se alía con inusitada complicidad con las uvas francesas para conseguir un producto con notoria acidez, ideal para poder aguantar en óptimas condiciones esa segunda fermentación que se ha de desarrollar en la botella. En el caso del cava, ese peculiar punto de acidez se ha de buscar con un vendimiado temprano.

Las uvas empleadas en el burbujeante caldo galo son la Pinot noir, la Pinot meunier y la Chardonnay, las dos primeras, uvas tintas, y la tercera blanca, eso obliga a realizar el proceso de prensado de manera muy rápida para evitar que esos hollejos amoratados oscurezcan con sus tintes el resultado final. Esta trilogía no siempre es respetada en la elaboración del champagne, ya que cada vez es más habitual encontrar monovarietales espumosos de Chardonnay (blanc de blancs) y de pinot noir (blanc de noirs).

La Pinot noir es una de las grandes mundiales y que tiene en los fríos suelos de Reims un aliado perfecto donde desarrollar con satisfactorios resultados sus excelsas cualidades. La pinot noir aporta al producto final consistencia, carácter, corpulencia y longevidad.

La pinot meunier, tiene con la anterior más cosas en común que el nombre, aunque presenta menos personalidad y carácter que la otra pinot, eso si, otorga más presencia frutal.

La chardonnay es la uva blanca por excelencia, es la blanc de blancs, y por algo será. Va a otorgar al champagne sutileza y frescor, frescura que, por otra parte, nos devuelve a la naturaleza original del producto: In vino veritas.

Si algo hace especiales a alosenfantsdelapatrí es su excepcional sentido comercial, envuelven su producto con un bonito envoltorio de calidad sobre el que colocan un llamativo lazo de exclusividad y cuidan la fórmula por los siglos de los siglos amén.

En ese mercado es donde el cava intenta despuntar pero ha de procurar hacerlo buscando su personal identidad, ha de remarcar sus propias características que a la vez sirvan como líneas de divergencia con el gran francés. Permitir la incorporación dentro del Consejo Regulador de las dos principales variedades del champagne (chardonnay y Pinot noir) nos vuelve a ubicar a la estela del espumoso francés y demuestra que seguimos mirando con envidia hacia al Norte, en vez de prestar atención hacia el otro lado, donde están los mercados de consumo.

Foto l epicxero
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