Cómo eliminar las manchas de la almohada con un truco casero y sin dañarla

Con ingredientes simples se puede recuperar el blanco de las almohadas manchadas por sudor o grasa, sin comprometer sus fibras ni acortar su vida útil

Joana Costa

Editor

La almohada, fiel compañera nocturna, suele padecer en silencio: sudor, grasa corporal y células muertas se filtran a través de la funda y dejan manchas amarillas que con el tiempo se vuelven persistentes. 

A menudo no se nota hasta que esas manchas ya se han arraigado. Ni el detergente normal ni un simple lavado garantizan su eliminación; se necesita un tratamiento concreto que no dañe el relleno ni el tejido.

No se trata de recurrir a productos agresivos ni a lejías que podrían afectar la integridad de la almohada y a sus fibras más suaves. Más bien, la clave está en reunir ingredientes domésticos bien conocidos —bicarbonato, vinagre o agua oxigenada— y combinarlos con buen criterio. 

Con una dosis adecuada y prestando atención al tipo de almohada, este truco casero puede ofrecer resultados sorprendentes sin tener que reemplazarla antes de tiempo.

Aunque suene paradójico, lo más eficaz podría ser sumergir la almohada en una solución que burbujea suavemente. Esa efervescencia ayuda a desprender la suciedad incrustada, al tiempo que actúa como desinfectante leve. Lo importante es respetar tiempos, concentraciones y técnicas para no comprometer la estructura interior del cojín.

La solución pasa por una mezcla de bicarbonato y dos partes de agua, o una de vinagre por dos de agua, las cantidades pueden ajustarse si la almohada es de gran tamaño, pero siempre respetando una proporcionalidad que no sature la tela ni la humedezca en exceso. 

Cuando se mezcla el bicarbonato con el vinagre y el agua, se genera una efervescencia natural: es precisamente esa reacción la que ayuda a descomponer las manchas de sudor y grasa adheridas al tejido. 

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Un buen remojo

Hay que sumergir la almohada completamente y dejarla en remojo por unos 30 minutos. Si quedan manchas persistentes, frotar con un paño suave o con un cepillo de dientes limpio, aplicando movimientos circulares con delicadeza.

Después, hay que retirar la almohada del remojo y enjuagar con abundante agua tibia hasta que no quede rastro de burbujas ni residuos. Finalmente, hay que dejar secar al aire libre, en posición horizontal, en un lugar ventilado y sin exposición directa al sol intenso hasta que esté perfectamente seca. Este procedimiento se sugiere con moderación: no conviene repetirlo más de una vez al mes para no degradar las fibras. 

Precauciones según el tipo de almohada

No todas las almohadas toleran el mismo tratamiento. Las de plumas pueden verse dañadas por el vinagre, pues éste puede alterar la estructura de las plumas. En esos casos, conviene omitir el vinagre o usar solo bicarbonato con agua oxigenada en baja concentración. 

También es fundamental que la almohada quede completamente seca: si conserva humedad interior, hay riesgo de moho y malos olores, lo cual resultaría contraproducente. Asimismo, si las manchas son muy antiguas, este método puede no bastar para eliminarlas por completo, pero sí mejorar mucho su apariencia.

Alternativa express

Otro truco para obviar el remojo consiste en aplicar una mezcla de agua oxigenada (peróxido de hidrógeno) y agua fría en partes iguales directamente sobre las manchas, dejar actuar entre 10 y 15 minutos, y luego enjuagar y secar. Esta técnica permite blanquear en poco tiempo y sin usar lavadora. 

Sin embargo, como todo método, también requiere cierta precaución: no utilizar sobre almohadas con componentes muy delicados o tratamientos especiales, y asegurar que el agente oxidante se disuelva bien para no dejar restos que puedan agrietar las fibras.

Consejos extra

Para evitar llegar a esta situación, es importante usar una funda protectora lavable, ya que esta actúa como primera barrera contra sudor y aceites corporales. También, lavar esa funda con frecuencia, idealmente cada semana, para reducir la carga que llega al núcleo de la almohada.

Asimismo, ventilar la almohada siempre que sea posible: dejarla al sol algunas horas (no extremo) ayuda a mantener su frescura y evitar bacterias, y evitar en lo posible comer o beber sobre la cama: los derrames y manchas accidentales complican el mantenimiento.

Con estos pasos bien medidos, la almohada recupera luminosidad sin comprometer su durabilidad. Lo que parecía un problema irreversible puede solucionarse sin recurrir al descarte prematuro. Un poco de ingenio, ingredientes caseros y paciencia bastan para devolverle su blancura sin dañarla.

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