Renovar el aire en los meses más fríos, sin perder calor, es posible si se escogen los minutos y las horas adecuadas
Abrir las ventanas en pleno invierno suena a sacrilegio doméstico, pero renovar el aire interior sigue siendo una de las rutinas más importantes para mantener una vivienda saludable.
Ventilar no es solo airear: este sencillo gesto reduce la concentración de CO₂, equilibra la humedad y mejora el bienestar respiratorio del hogar y de sus inquilinos. El problema no es el gesto, sino cómo y cuándo hacerlo para no tirar la calefacción por la ventana.
En España, donde el frío se reparte de forma desigual, más intenso en la Meseta o en el interior peninsular y más suave en zonas costeras, muchas personas tienden a cerrar herméticamente la casa durante los meses fríos y abren lo justo.
Ahora bien, dejar el aire estancado solo empeora la calidad ambiental y favorece irritaciones, alergias y dolores de cabeza que nada tienen que ver con el invierno en sí, sino con una vivienda que no respira y en la que se acumula un aire viciado.
La clave está en elegir bien el momento. Y aquí entra en juego una máxima: que ventilar a primera hora de la mañana (es decir, cuando nos estamos levantando y aseando) es poco recomendable durante jornadas de frío intenso.
En este tramo, además de acumularse las horas más frías del día, se concentran los mayores picos de contaminación en zonas urbanas debido al tráfico hacia trabajos y colegios, según ponen de relieve estudios internacionales como el publicado en Research Gate. En ciudades españolas con densidad alta, como Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla, este fenómeno es totalmente transversal.
Pérdida brusca de calor
Abrir las ventanas en ese contexto facilita que entren partículas contaminantes pero, más allá de este extremo, provoca una pérdida de calor brusca que obliga a la calefacción a trabajar el doble.
Ese esfuerzo extra eleva el consumo y reduce la eficiencia del sistema, un problema que se nota aún más en viviendas con un aislamiento mejorable, bastante común en edificios construidos antes de los años 2000.
La buena noticia es que ventilar correctamente no exige grandes sacrificios térmicos. La recomendación sigue siendo la misma: cinco, diez o quince minutos de ventilación total y cruzada (generando corriente con otras ventanas y balcones de la casa) son suficientes para renovar el aire sin enfriar paredes ni mobiliario.
En realidad, abrir ventanas opuestas crea una corriente rápida, mucho más eficaz que dejar una rendija abierta durante una hora. También conviene elegir franjas más benignas, es decir, las horas centrales del día, el mediodía, cuando las temperaturas son más elevadas.
Estas tienden a suavizarse y la contaminación baja, lo que minimiza el impacto térmico y mejora el aire que entra.
Atención a la humedad
La humedad es otro factor a vigilar. Por encima del 50% favorece el moho; por debajo del 40% reseca garganta y piel. Ventilar de forma breve y constante ayuda a mantener ese equilibrio, sobre todo en baños tras la ducha y en cocinas después de cocinar. Del mismo modo, la campana extractora ayuda, pero no sustituye al aire natural.
La luz solar suma por su cuenta. Dejar entrar el sol calienta, desinfecta de manera natural y mejora la sensación de limpieza, algo especialmente útil en viviendas orientadas al sur o al este, donde un rato de claridad puede compensar parte del frío exterior.
Ventilar bien es cuestión de estrategia y limpieza general: pocos minutos, corriente cruzada y las horas menos frías del día. Una rutina simple que mantiene la casa más sana sin obligar a la calefacción a un maratón diario: se trata de una inversión pequeña para un confort más grande.
Foto | Pexels
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