Ruinas romanas, una de las capillas más famosas del mundo, 'porco preto', murallas centenarias, una catedral imponente, enoturismo…
Apenas una hora separa España de una ciudad que parece detenida en el tiempo. Basta cruzar la frontera y conducir entre encinas, viñas y colinas suaves para que, de pronto, surja Évora, resplandeciendo bajo la luz dorada del Alentejo como un sueño de piedra blanca. En esta ciudad, el pasado no es un recuerdo: se respira, se pisa y se saborea. Cada arco, cada plaza y cada sombra hablan de imperios, reyes, sabios y artesanos que dejaron aquí su huella.
Évora es un lugar donde Roma levantó templos, la Edad Media alzó murallas y los tiempos modernos han sabido conservar el alma de todo aquello. Pasear por sus calles empedradas, rodeadas de casas encaladas y buganvillas, es como hojear un libro abierto de historia portuguesa. No es casual que la UNESCO la declarara Patrimonio de la Humanidad en 1986: dentro de sus murallas se concentran siglos de arte, poder y espiritualidad, pero también la serenidad del Alentejo, esa región que avanza despacio y saborea cada instante.
Aquí, la belleza no solo se mira, también se prueba. En las tabernas, el pan se corta grueso, el aceite se derrama generoso y el vino tinto, denso y aterciopelado, acompaña platos de sabor profundo: migas alentejanas, cordero asado, açorda de bacalhau. Évora es un festín para los sentidos, donde el viajero descubre que la calma puede tener sabor.
Pero la ciudad no vive solo de su pasado. Es también universitaria, cultural y festiva. En junio celebra la Feira de São João, una de las más antiguas de Portugal, y durante todo el año acoge exposiciones, conciertos y ferias gastronómicas que llenan sus plazas de música y conversación. El visitante siente que, entre tanta historia, la vida sigue latiendo con fuerza.
Con su mezcla de legado romano, espíritu medieval y alma contemporánea, Évora invita a perderse entre siglos y sabores. Dos días bastan para entender por qué tantos viajeros —portugueses y españoles— regresan siempre a este rincón luminoso del Alentejo, donde el tiempo parece, por fin, detenerse.
Día 1: De la Évora romana a la Évora medieval
Mañana: Tras las huellas de Roma
La primera mañana invita a comenzar desde lo más antiguo: la Évora romana. El recorrido puede iniciarse en el Templo de Diana, emblema de la ciudad y uno de los monumentos romanos mejor conservados de Portugal. Sus columnas corintias, aún erguidas sobre el podio original, brillan con la primera luz del día. A su alrededor, el silencio del amanecer solo lo rompen los pasos sobre el empedrado.
Desde el templo, un breve paseo conduce al Museo Nacional Frei Manuel do Cenáculo, donde se conservan mosaicos, estatuas y piezas arqueológicas que narran el esplendor de la antigua Liberalitas Iulia Ebora. El edificio, antiguo Palacio Episcopal, ofrece además una vista magnífica sobre la ciudad. Conviene dedicar tiempo a observar los relieves y las inscripciones que testimonian la vida cotidiana de hace dos mil años.
A pocos metros, el Ayuntamiento guarda una joya discreta: las Termas Romanas, descubiertas bajo su subsuelo en los años ochenta. Aunque solo se conservan parcialmente, permiten imaginar cómo era la vida urbana en la Évora imperial. Las visitas son breves, pero aportan contexto al trazado urbano que aún hoy conserva reminiscencias romanas.
El paseo continúa por el Jardim de Diana, un mirador ajardinado que domina la campiña alentejana. Desde aquí, el horizonte parece no tener fin: una sucesión de colinas suaves, campos de olivos y cielos inmensos que explican el ritmo pausado de esta tierra. Es un buen lugar para descansar un momento y dejar que el paisaje se imponga.
Antes del mediodía, conviene perderse por las calles que rodean la Praça do Giraldo, centro vital de la ciudad desde hace siglos. Su trazado rectangular corresponde al antiguo foro romano y más tarde se convirtió en plaza mayor medieval. Hoy sigue siendo el corazón de Évora, animado por músicos, terrazas y mercados.
Comida: Forno de Telha
Comer bien en Évora es sencillo y no particularmente caro, aunque es cierto que los restaurantes más céntricos, con alguna salvedad, no serían los que pondríamos en el foco de nuestro viaje.
Una alternativa distinta y extramuros a la que se puede llegar andando sin problemas es el restaurante Forno de Telha, una de las nuevas incorporaciones de la ciudad y bajo la tutela del chef Miguel Rocha Vieira, que desentraña una cocina portuguesa actualizada en un espacio muy cuidado y luminoso donde, del mismo modo, la base son también los ingredientes locales.
Diferentes tipos de enchidos (embutidos), quesos de la zona, algunas recetas con pesca de río (muy popular en esta zona de Portugal) y principales con cordero, ternera y porco preto, es decir, cerdo negro (por ibérico), son la garantía de un restaurante sabroso y original, que mantiene la esencia pero moderniza su gastronomía.
A ello hay que sumar la presencia de una carta de vinos muy amplia, centrada en el Alentejo, aún con presencia de otros vinos portugueses, donde no podemos dejar de destacar la estrella de los vinos alentejanos: los vinos de talha (vinos de talla), una preparación milenaria con fermentaciones en enormes ánforas de barro y que ahora viven una edad dorada.
Tarde: Entre murallas y leyendas medievales
La tarde abre paso a la Évora medieval, la que creció dentro de sus murallas tras la Reconquista. Desde la plaza central, una caminata ascendente lleva hasta la Sé Catedral, una de las más monumentales de Portugal. Construida entre los siglos XIII y XIV, combina el románico con el gótico, y su tejado transitable ofrece una panorámica inolvidable del casco histórico. Conviene subir con tiempo, pues la luz del atardecer transforma la piedra en oro.
A poca distancia se encuentra la Iglesia de São Francisco, un templo que mezcla la sobriedad franciscana con la exuberancia barroca. Su principal atracción, la Capela dos Ossos, estremece y fascina por igual: miles de cráneos y huesos recubren las paredes con un mensaje de humildad y fugacidad. Es una de las visitas más impactantes de Évora, pero también una de las más recordadas.
Al salir, merece la pena vagar sin rumbo por las calles estrechas que se extienden entre la iglesia y la muralla. Cada esquina esconde un detalle: un escudo heráldico, un arco ojival, una ventana manuelina. El barrio medieval se descubre mejor a pie y sin mapa, dejando que la intuición marque el camino.
Para quienes disfrutan de la historia militar, un buen punto final es la Porta de Avis, una de las antiguas entradas fortificadas, desde donde se puede caminar un tramo sobre la muralla. La vista abarca tejados, patios interiores y el paisaje ondulado del Alentejo, en el que los tonos ocres se funden con el azul del cielo.
Cuando cae la tarde, Évora se vuelve aún más hermosa. Las campanas resuenan, las fachadas se tiñen de sombra y el aire huele a jazmín y piedra caliente. Es el momento de detenerse, respirar y comprender por qué esta ciudad ha enamorado a generaciones de viajeros.
Cena: Fialho
Fialho es una parada obligada en Évora, ya sea para comer o para cenar, aunque es un restaurante contundente en el centro de la ciudad. Más de ochenta años de historia avalan una trayectoria impecable en este establecimiento clásico, basado en recetas portuguesas, aunque es cierto que ha ido refinando su estilo, así como su decoración, dentro del clasicismo que aún domina el espacio.
No conviene dejar de probar el pulpo, los quesos y alguna de las recetas de arroces. Tampoco, si las veis, las migas, que suelen formar parte de las guarniciones de carnes y pescados y no son como las clásicas migas que comemos nosotros, sino una suerte de puré o pasta amalgamada que es realmente sabrosa.
Si vas en otoño o invierno, por encargo previo se puede solicitar la favada real de caça, un potentísimo y contundente guiso de caza a base de habas, chacinas y carnes que merece la pena conocer.
También, de nuevo, aquí hablamos de una completísima bodega en la que nos podemos distraer con los vinos del Alentejo, pero también de otras partes de Portugal. Por último, no dejes de disfrutar de sus dulces, típicos de la repostería conventual, donde la yema de huevo brilla con luz propia.
Día 2: La Évora moderna y su enoturismo
El segundo día puede comenzar con una pequeña excursión fuera de las murallas, hacia los paisajes que rodean Évora. A primera hora, la luz del Alentejo inunda las dehesas y los viñedos, invitando a descubrir una de las facetas más auténticas de la región: su cultura del vino.
Merece la pena acercarse a la Fitapreta Winery, ubicada en una hacienda medieval restaurada, a solo cinco kilómetros de Évora. Su proyecto, joven y dinámico, combina técnicas tradicionales con enología moderna. Pasear entre las barricas, oler el mosto y contemplar el horizonte desde la finca es una experiencia que trasciende lo vinícola: un contacto íntimo con el espíritu del Alentejo.
Quienes prefieran moverse con calma pueden recorrer los alrededores de Évora por el Camino Ecoturístico de la Ecopista de Mora, una antigua vía ferroviaria convertida en sendero. Es un itinerario ideal para caminar o pedalear entre viñedos, encinas y praderas, sin tráfico ni ruido. Conviene llevar sombrero, agua y tiempo: el paisaje pide detenerse, mirar y dejarse envolver por su silencio.
De regreso a Évora, la sensación es de plenitud. El campo, la luz y los vinos del Alentejo impregnan el ánimo con una serenidad que parece hecha de tierra y de sol.
Comida: A Cozinha do Paço
Fitapreta Winery no es solo una bodega en la que dejarse envolver por la calidad –y variedad– de sus vinos, sino también por el magnífico espacio que este antiguo paço medieval rodeado de viñedos ofrece y que, además, brinda eventos más grandes como bodas o celebraciones.
Sin embargo, lo que más nos interesa de Fitapreta Winery es la apuesta decidida que han hecho por la gastronomía, con un claro foco de posicionar el restaurante en un firmamento cercano, quizá Michelin, recurriendo a un joven chef de Madeira como es Afonso Dantas, que ha lanzado proyectos similares tanto en Portugal como en Francia.
Bajo una cocina de fine dining y menú degustación, Fitapreta Winery ofrece su restaurante gastronómico con el nombre de A Cozinha do Paço (la Cocina del pazo) con varios menús que se pueden maridar con vinos de la propia bodega.
Fino, con una impronta francesa pero con un decidido gusto portugués, el estilo de cocina que Dantas imprime está, además, condicionado por haber conseguido enclaustrar unas instalaciones modernas donde antes hubo dependencias medievales del propio paço, respetando la construcción original.
Buen trabajo con pescados de agua dulce y con mariscos de interior –como el propio cangrejo de río–, delicados puntos en la carne del cerdo ibérico (el porco preto alentejano que citábamos antes) y un servicio de sumillería de primer nivel corroboran la apuesta de Fitapreta por la alta gastronomía en un restaurante que en poco tiempo tocará las puertas Michelin.
Tarde: La Évora del presente
La tarde invita a redescubrir la ciudad desde su mirada más actual. Évora no es solo pasado: es también presente, cultura y vida. Una buena forma de empezar es visitando el Centro de Arte Eugénio de Almeida, instalado en un palacio del siglo XVI cuidadosamente restaurado. En su interior, la piedra antigua convive con el arte contemporáneo en un diálogo sugerente. Las exposiciones —fotografía, escultura, instalaciones— cambian con frecuencia y reflejan la vitalidad creativa del Alentejo actual.
A continuación, la Universidad de Évora ofrece un paseo por la historia viva del conocimiento. Fundada por los jesuitas en 1559, su claustro de azulejos y su iglesia de São Mateus son joyas que aún respiran actividad. Entre estudiantes y profesores, el visitante percibe cómo esta ciudad sabe mirar hacia el futuro sin renunciar a su esencia.
La caminata puede continuar hacia el Jardim Público, pulmón verde de Évora y espacio predilecto de sus habitantes. En sus avenidas sombreadas se levantan las ruinas del Palacio Real de San Francisco (también llamado Palacio de Don Manuel I), así como un curioso conjunto de casas medievales reconstruidas. Es el lugar perfecto para descansar, leer o simplemente escuchar el murmullo de las fuentes.
De vuelta hacia el centro, la Porta de Moura cierra el círculo de esta jornada. Su fuente renacentista, coronada por un globo de piedra, simboliza el equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo. Al caer la tarde, las calles del barrio histórico recuperan su calma y la ciudad se tiñe de los tonos anaranjados que solo el Alentejo sabe crear.
Cena: lo más moderno de Évora
Hay opciones céntricas y asequibles, sin que sean un atrapaguiris, en Évora. Una recomendación ideal para probar la receta más típica de la región, la carne de porco à alentejana, es la restaurante ¼ Para as 9 (el nombre se las trae), muy bien situada y que tiene un precio bastante comedido y muy buen ambiente.
Popular, con un diseño cuidado y más pensada es también la propuesta de Taberna Sal Grosso, que tiene otro par de establecimientos en Lisboa, y que abrió en 2024 en el centro de Évora donde os recomendamos probar el pulpo y las migas alentejanas de tomate.
Tampoco hay que evitar pasar por Cavalariça Évora, otra buena referencia de espacio bien acondicionado, con una cocina portuguesa muy adaptada y que, aunque no sea lo más purista, es perfecta si buscas ciertas conexiones internacionales en la mesa sin querer una inmersión profunda.
Imágenes | Visit Alentejo
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