Ahora apenas viven 1.000 personas, pero en este pueblo medieval de Zamora se cambió para siempre la historia de España

Situado en la comarca de Aliste, su ubicación ha hecho de él toda una referencia dentro de la geografía española

Jaime de las Heras

Editor Senior

Ahora que tanto se habla de la España vaciada, quizá sea el mejor momento para mirar con otros ojos esos pequeños pueblos que salpican la geografía del país. Lugares que hoy sobreviven con apenas unos cientos de habitantes, pero que, en tiempos pasados, fueron testigos de grandes acontecimientos. Muchos de ellos guardan entre sus calles empedradas y sus plazas silenciosas episodios decisivos para la historia de España. 

No son sólo pueblos bonitos o rincones con encanto; son, ante todo, escenarios reales de nuestra memoria colectiva. En estos espacios rurales se han firmado tratados, librado batallas, celebrado coronaciones o levantado construcciones que aún hoy nos hablan de su importancia.

Un ejemplo claro de esto lo encontramos en la provincia de Zamora, muy cerca de la frontera con Portugal. Se trata de Alcañices, un pueblo que hoy no supera los 1.000 habitantes censados, pero cuyo peso histórico es mucho más grande que sus cifras actuales. 

Alcañices es conocido, sobre todo, por haber sido el lugar donde se firmó uno de los tratados más importantes de la historia peninsular: el Tratado de Alcañices. Este acuerdo, que tuvo lugar el 12 de septiembre de 1297, selló de forma definitiva la frontera entre el Reino de León (entonces ya unido a Castilla) y el Reino de Portugal, una línea que, con pocas variaciones, ha llegado prácticamente intacta hasta nuestros días. Es, por tanto, uno de los tratados más duraderos de la historia europea.

Los protagonistas de este acuerdo fueron el rey Fernando IV de Castilla y su madre, María de Molina, que actuaba como regente, y el rey Dionisio I de Portugal. El pacto no sólo delimitó con precisión las fronteras entre ambos reinos, sino que también estableció alianzas matrimoniales y arregló disputas territoriales que llevaban décadas generando tensiones. 

En esencia, fue un tratado de paz y de equilibrio político, un ejercicio de diplomacia medieval que consolidó la posición de ambos reinos en un momento especialmente delicado para la península. Su firma en Alcañices no fue casual: el pueblo se encontraba en una zona estratégica, en la raya fronteriza, y tenía una notable relevancia administrativa y militar en aquella época.

La historia de Alcañices, sin embargo, no se limita a ese episodio. Desde la Edad Media, esta localidad ha sido un enclave relevante, tanto por su situación geográfica como por su papel en la ordenación del territorio zamorano. 

Aquí tuvo sede una de las encomiendas más importantes de la Orden de San Juan de Jerusalén, también conocida como la Orden de Malta, cuya presencia dejó una huella profunda en el urbanismo y en la arquitectura del pueblo. Este pasado militar y eclesiástico ha dejado un legado que aún puede apreciarse al pasear por sus calles.

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Qué ver en Alcañices

Iglesia de Santiago Apóstol Castro de Alcañices. ©Turismo de Castilla y León.

Uno de los elementos más destacados es el monasterio de San Salvador, fundado en el siglo XII, aunque reformado en diversas ocasiones a lo largo de los siglos. También merece mención la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que combina elementos románicos con añadidos posteriores y constituye uno de los símbolos del pueblo. 

Junto a ella, las ruinas del antiguo castillo medieval recuerdan el papel defensivo que tuvo Alcañices durante siglos. Aunque hoy sólo quedan restos, su ubicación permite imaginar la importancia estratégica del lugar. Además, varios escudos nobiliarios adornan aún algunas fachadas, señal de la presencia histórica de linajes influyentes en la zona.

Restos del murado de Alcañices. ©Turismo de Castilla y León.

Caminar por Alcañices es como abrir un libro de historia cuyas páginas han resistido el paso del tiempo. Pero más allá de su historia, el pueblo ofrece una experiencia auténtica para el visitante. 

Su entorno natural, en pleno parque natural de los Arribes del Duero, proporciona paisajes espectaculares, con profundos cañones fluviales, bosques y caminos que invitan a la calma. La cercanía con la frontera portuguesa también permite combinar la visita con incursiones a aldeas lusas llenas de encanto.

La mejor época para visitar Alcañices es el otoño o la primavera. En otoño, el color de los robledales y castañares que rodean el pueblo lo transforma en un paisaje de cuento. En primavera, la naturaleza despierta y los senderos rurales se llenan de vida. 

Arquitectura tradicional en Alcañices. ©Turismo de Castilla y León.

Hoy, cuando apenas viven unas mil personas en este rincón zamorano, conviene recordar que en lugares como Alcañices se definieron aspectos esenciales de nuestra identidad. La historia no siempre se escribe en las grandes ciudades. A veces, los cambios más profundos y duraderos nacen en pueblos como este, donde el pasado aún se deja ver con claridad, y donde cada piedra parece recordar que, aunque la población mengüe, la memoria permanece.

Imágenes | Turismo de Castilla y León

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