Garafía, en el noroeste de la isla de La Palma, es un reducto de naturaleza en una de las más desconocidas de las islas canarias
Cuando el frío aprieta en la península, muchos ponen el foco en Canarias para huir del invierno continental y acercarse a un pequeño paraíso apenas dos horas de vuelo. Las islas Canarias, conocidas como las afortunadas, ofrecen temperaturas suaves durante todo el año, paisajes diversos y rincones que sorprenden por su autenticidad.
Algunas de estas islas siguen siendo grandes desconocidas para el turismo de masas, y una de ellas es La Palma. Aunque muchos la recuerdan por la erupción del volcán Cumbre Vieja en 2021, esta isla contiene un sinfín de tesoros naturales, culturales y gastronómicos que merecen ser descubiertos.
La Palma es un lugar ideal para quienes buscan contacto con la naturaleza, paisajes impresionantes y pueblos con encanto. Municipios como Tijarafe, Puntagorda o El Paso son buenos ejemplos de esa riqueza, pero hay un rincón que sobresale por su carácter rural, su historia y su entorno: Garafía.
Situado en el extremo noroeste de la isla, Garafía ocupa una superficie de más de 100 kilómetros cuadrados y se caracteriza por su orografía escarpada, salpicada de barrancos profundos, montañas cubiertas de pinos y bosques de laurisilva.
Su capital administrativa es Santo Domingo, un pequeño núcleo que conserva su esencia rural, con casas tradicionales, calles tranquilas y un ambiente sosegado que invita al paseo sin prisas. El municipio está dividido en varios barrios dispersos, que van desde la costa hasta zonas de cumbre, lo que aporta una gran variedad paisajística y ecológica.
Los orígenes de Garafía se remontan a tiempos prehispánicos. En esta zona vivieron los benahoaritas, antiguos pobladores de La Palma, de los que aún quedan vestigios en forma de grabados rupestres, cuevas y restos arqueológicos repartidos por todo el territorio.
Tras la conquista castellana, el municipio mantuvo un carácter agrícola y ganadero, en parte gracias a su aislamiento geográfico, que permitió conservar muchas tradiciones. Esa herencia se refleja hoy tanto en su arquitectura como en sus costumbres.
Qué hacer en Garafía (La Palma)
Visitar Garafía es una invitación a sumergirse en la naturaleza más pura de La Palma. Hay rutas de senderismo que atraviesan bosques, conectan miradores naturales o descienden hacia la costa a través de antiguos caminos de pastores.
Una de las joyas del municipio es el Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla, con 2.426 metros de altitud. Desde allí, en días despejados, se pueden ver otras islas del archipiélago, y por la noche, el cielo ofrece un espectáculo de estrellas único gracias a la limpieza atmosférica del entorno. Por eso, no es casualidad que en este lugar se encuentre uno de los observatorios astrofísicos más importantes del hemisferio norte.
Otro lugar de interés es el Parque Cultural La Zarza y La Zarcita, donde se conservan petroglifos prehispánicos entre la vegetación. Es una oportunidad para conocer cómo vivían los antiguos habitantes de la isla y apreciar el valor histórico de esta tierra. Quienes prefieren el mar también encuentran en Garafía playas y calas aisladas, como Juan Adalid o La Fajana de Franceses, que permiten disfrutar del océano en un entorno virgen, lejos del bullicio.
En el plano gastronómico, Garafía ofrece productos locales que destacan por su calidad y singularidad. Uno de ellos es el queso palmero, elaborado con leche de cabra cruda, cuajo natural y una técnica artesanal que se ha mantenido a lo largo de los siglos. El resultado es un queso de sabor intenso, que puede encontrarse fresco, curado o ahumado con maderas locales.
Sin embargo, uno de los elementos más característicos del municipio es su vino de tea. Este vino, único en España, se envejece en barricas hechas con madera de tea, que es el corazón del pino canario. Esta madera, resinosa y muy duradera, confiere al vino un sabor particular, con notas a resina, que lo diferencia de cualquier otro.
Es un ejemplo claro de cómo el entorno influye directamente en los productos que genera. El uso de la tea surgió de la necesidad, al no contar con robles u otras maderas habituales en la elaboración de toneles. Con el tiempo, esa necesidad se transformó en identidad, y hoy el vino de tea es una seña reconocible de Garafía y un tesoro para los paladares curiosos.
Además, se da una curiosidad: muchos de los vinos que se hacen en Garafía salen de manos femeninas como es el caso de Bodegas Perdomo, en manos de las hermanas Lucía y Patricia Perdomo; Vinos Vitega, de la que se encarga desde 1995 Onésima Pérez Rodríguez, o Níspero, regentada por la enóloga Eufrosina Pérez.
La mejor época para visitar este rincón de La Palma depende del tipo de experiencia que se busque. La primavera y el otoño son estaciones ideales para disfrutar del senderismo y la observación astronómica, con temperaturas suaves y paisajes verdes. El verano permite explorar las zonas de costa con comodidad, mientras que el invierno es perfecto para quienes desean escapar del frío peninsular sin renunciar a la naturaleza.
Garafía representa una forma distinta de entender el turismo: pausado, consciente y profundamente conectado con el territorio. Lejos del bullicio y las grandes multitudes, este municipio invita a caminar sin prisa, a respirar aire limpio y a descubrir cómo la historia, la geografía y la cultura se entrelazan en un rincón que sigue fiel a sí mismo.
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