Robert Redford enamoró tanto en los años 70 que, incluso, tuvo un postre con su nombre': el 'pastel mejor que Robert Redford'

Actor, director y activista, mucho más allá del séptimo arte, así fue Robert Redford, que ha fallecido el 16 de septiembre a los 89 años de edad en su rancho en el estado de Utah. 

Recordado por películas como El golpe o Dos hombres y un destino, donde compartió cartel con su amigo Paul Newman, dos hitos de los años sesenta y setenta, Redford fue mucho más que una cara bonita en el Hollywood moderno, aunque su rol de sex symbol siempre acompañó al actor californiano, nacido en Santa Mónica, y que legaría varios puñados de grandes películas a la historia del cine.

Los tres días del cóndor, Una proposición indecente, Memorias de África, Todos los hombres del presidente o Las aventuras de Jeremiah Johnson permanecen en el ideario colectivo de un actor y director que, además, fue uno de los principales impulsores del Festival de Cine Independiente de Sundance.

Y eso, además, redondeado por un sex appeal fuera de toda duda por miles de personas, al punto de que, incluso, Robert Redford fue protagonista indirecto de un dulce idilio.

A finales de los años setenta, aunque no está claro cuándo se populariza el término ni quién lo hace, el actor dio nombre a un postre sin pretenderlo, aunque el pastel ya existiría, ya que se conocía como el 'Pastel mejor que' o, en inglés, Better than… cake, que omite de la ecuación el nombre completo Better than Sex cake, es decir, 'el pastel mejor que el sexo'.

Sin embargo, la redfordmanía supondría modificar puntualmente el dulce hacia otras denominaciones del estilo de 'el pastel mejor que Robert Redford' y, en algunos casos, 'lo segundo mejor después de Robert Redford', menciones todas ellas asumibles para un pastel de cuatro capas que, desde luego, tiene buena pinta, pero del que dudamos que Redford alguna vez lo hiciera. O que lo probara.

Cremoso y potente, el pastel puede ser cuadrado o redondo, si bien se sirve frío y la clave de la receta está en una esponjosidad casi ilimitada que comienza con una base de mantequilla, un primer filling de queso crema, un bizcocho de chocolate y se remata con un frosting de crema batida.

Toda una bomba de calorías que supuso transformar el clásico Better than Cake en una evolución que se popularizaría, no con el mismo éxito que el cine de Redford, en los años ochenta, pero al que merece la pena recordar en un momento como este. 

Imágenes | Imagen de freepik / Wildwood Enterprises

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