Alberto Chicote explica cómo superó el "agujero profundo" en el que se metió con 21 años: "Tardé dos años en salir"

El popular cocinero revela la etapa más oscura de su juventud: dos años de miedo, obsesiones y el convencimiento de que no saldría con vida

Joana Costa

Editor

Hablar de un chef suele evocar recetas, fogones y televisión, pero la vida personal también guarda ingredientes inesperados. Alberto Chicote, icono televisivo de la cocina, decidió mostrar recientemente un capítulo de su pasado que nada tiene que ver con los sabores ni con la fama. Su relato, cargado de crudeza, desmonta la imagen del cocinero fuerte y siempre seguro de sí mismo.

En un tono honesto y sin adornos, Chicote recordó cómo con apenas 21 años cayó en lo que describe como un "agujero profundo". No era un contratiempo pasajero ni una simple nostalgia por estar lejos de casa; era la certeza de que algo terrible le estaba ocurriendo. Convencido de que su cuerpo le fallaba, vivía día a día con la idea de que no llegaría al siguiente.

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El contraste entre su presente, marcado por la popularidad, y aquel pasado lleno de miedo resulta revelador. Ese joven pasó a obsesionarse con dolores inexistentes y diagnósticos imaginarios a la mínima señal de enfermedad. Cada síntoma parecía el anuncio de un final cercano, cada molestia el eco de una enfermedad mortal.

Su relato evidencia un punto de inflexión radical. Aquella crisis emocional no solo le paralizó durante dos años, sino que también transformó la forma en la que interpreta la realidad.

Según explica en el podcast Tengo un plan, la salida del pozo le permitió ver el mundo desde otro prisma, un prisma que mezcla fragilidad y fortaleza. En definitiva, una mirada marcada por la certeza de que la vida frágil puede cambiar en cuestión de minutos.

Resulta inquietante imaginar a un joven Chicote convencido de que se moría sin remedio. Esa convicción duró demasiado tiempo y, como él reconoce, es una experiencia que no le desearía a nadie.

Según cuenta, la recuperación, sin embargo, no llegó sola. Fue necesaria la ayuda de profesionales y amigos, así como el tiempo suficiente para que la mente encontrara un equilibrio. Chicote reconoce que pedir apoyo fue clave: aceptar la vulnerabilidad y dejarse guiar marcó el inicio de la salida. Lo que parecía eterno comenzó poco a poco a abrir una rendija hacia la esperanza real.

El episodio no solo humaniza al personaje, también envía un mensaje: incluso las etapas más oscuras pueden superarse con apoyo, paciencia y esfuerzo. Chicote recuerda esa fase con el respeto que merece una herida que, aunque cerrada, nunca se olvida del todo. Y es precisamente esa memoria la que hoy convierte su relato en una advertencia y un acto de valentía necesaria.

Foto | Tengo un plan

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