A veces la mejor manera de proteger la fauna no es construir refugios, sino dejar un pequeño banquete natural
Los jardineros que madrugan notan que el jardín tiene su propio reloj. Y que cuando falta comida, los pájaros se marchan en silencio, dejando el aire demasiado quieto. Hay una forma fácil de retenerlos: ofrecer fruta.
Entre todas, dos son irresistibles: la manzana y la uva. Ambas proporcionan azúcar, agua y vitaminas justo cuando los insectos escasean. Y lo mejor: no hay que gastar dinero ni plantar nada nuevo.
Un festín al aire libre
Basta con cortar una manzana en dos y dejarla en un platillo o pincharla en una rama. Las uvas pueden ir en racimos pequeños, colgadas con hilo. En cuestión de horas, pájaros como los mirlos y petirrojos harán fila.
Los pájaros son oportunistas. Reconocen el brillo del azúcar y detectan fácilmente la fermentación natural del fruto. Es su equivalente a un café con leche caliente en una mañana fría.
Su presencia no solo es bonita de admirar, sino que al alimentarse, dispersan semillas y ayudan al jardín a regenerarse. Las manzanas sobrantes o algo pasadas sirven igual; incluso las caídas al suelo atraen lombrices, y eso interesa también.
Cuándo hacerlo
Desde octubre hasta marzo, cuando los insectos desaparecen es un buen momento para llamar la atención de las aves. En primavera, conviene retirar la fruta sobrante para evitar atraer avispas.
Ofrecer fruta no convierte el jardín en un zoo, sino en un ecosistema amable. Y si al amanecer se escucha más canto que silencio, sabrá que los agradecidos ya desayunaron.
Foto | Pexels
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