Este es el peor error que puedes cometer con un termo eléctrico en tu cocina: lo aprendí por las malas en mi propia casa

En muchas casas, se ha convertido en la solución del agua caliente sanitaria, pero puedes topar con este problema

Jaime de las Heras

Editor Senior

El termo eléctrico es, en muchos hogares, la única solución verdaderamente cómoda para tener agua caliente sanitaria sin tener que preocuparte de que se acabe el butano. Quien tenga un pueblo, o una zona en la que no llegue todavía el gas natural, lo sabrá.

Lo cierto es que, a priori, en muchas casas el termo eléctrico es una bendición que te permite liberar cierto espacio en la parte baja de la cocina –o de algún cuarto–, reemplazando a la tradicional bombona de butano.

Pero yo descubrí, a las malas y estando de vacaciones, que hay algunos detalles del termo eléctrico que deberías tener más que en cuenta antes de instalarlo: su peso y lo que esto conlleva.

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Más allá de que haya diferentes modelos, más o menos modernos, que ofrezcan termostatos, más capacidad, mejor estanqueidad, sistemas de programación, el termo eléctrico es afín a una realidad de la que no se libra ninguno de ellos, por caro que sea: pesa como un muerto.

No hablamos de que el aparato pese en exceso, aunque sí es verdad que un termo eléctrico promedio pesa más que un calentador o una caldera, ya sea de butano o de gas natural, sino que su carga de agua va a hacer que su peso se multiplique cuando esté lleno.

Y ese es, precisamente, el error que yo cometí y que nos costó una avería gorda, llamar al seguro y tener que renovar prácticamente la cocina. Huelga decir que el error no es del termo, sino de la estructura de nuestra cocina.

Reemplazar un calentador de butano por el termo eléctrico supuso cambiar un elemento que apenas pesaba 10 kilos por otro que, cuando estaba lleno, pesaba más de 70 kilos. Y, evidentemente, pasó lo que podía pasar: que se vino abajo.

No era su culpa, sino de la estructura de la pared en la que se ancló, donde no se pusieron tornillos de suficiente profundidad y, para más inri, esa pared se había ido debilitando con los años, perdiendo calidad tanto el cemento como el ladrillo, hasta que el termo acabó cediendo por su propio peso, arrancando varios azulejos y llevándose sus tornillos por delante.

Por suerte, no hubo que sufrir ningún daño personal, pero espero que este tema os sirva de moraleja: si instaláis un termo eléctrico, tened claro que la pared donde lo vais a poner es capaz de aguantar su peso cargado, dejando bien afianzado el termo en cuestión para que no pasen estas cosas.

Imágenes | Imagen de freepik

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