Las bebidas azucaradas nos ponen gordos. ¡Cuidado, no tan tan deprisa!

El otro día, en DAP, nos hacíamos eco de la noticia de que en Nueva York, el alcalde ha decidido poner un tope al tamaño de las bebidas azucaradas que se venden como método para controlar su consumo, y de esta forma contribuir a la prevención de la obesidad.

Al mismo tiempo, se ha lanzado una campaña en vídeo (ver arriba) sobre el excesivo consumo de azúcar que produce el consumo de bebidas azucaradas entre la población.

La campaña tiene sus partes positivas y negativas en mi opinión. Por un lado, se apunta a que el azúcar, o mejor dicho, su consumo excesivo de hasta 16 sobres al día, puede estar produciendo problemas en la salud relacionados con la diabetes y la obesidad. Pero por otro lado, la campaña, como es habitual, penaliza a los ciudadanos haciéndoles apelando a su fuerza de voluntad o falta de la misma, para dejar de consumir estos productos.

La cuestión es que, como es habitual, las cosas no siempre son tan sencillas

¿Será efectiva la medida?

La medida de impedir la venta de “tallas grandes” de refrescos, probablemente tendrá efectos limitados. ¿Por qué? Pues porque de la misma forma que una persona adicta a la nicotina, ingiere la misma cantidad de nicotina aunque fume light, una persona adicta a las sodas (como allí las llaman) tenderá a mantener su consumo de estas bebidas. Si no puede pedir una cocacola más grande, pedirá dos. Además, ¿qué impide que las cadenas de restaurantes den “barra libre” o “free refill” en sus menús como ya hacen algunas?

En USA, y es algo que a buen seguro ocurre en todo el mundo occidental, desde hace tiempo se ha ido incrementando paulatinamente el consumo de azúcar a lo largo del tiempo. Una tendencia que se puede apreciar claramente en el siguiente gráfico:

Es decir, el consumo de azúcar se ha ido incrementando con el tiempo y no siempre ha estado asociado a las bebidas azucaradas.

El consumo de azúcar en otras poblaciones

Desde un punto de vista evolutivo, consumir azúcar es una novedad muy muy reciente en nuestra historia. De hecho, el consumo de azúcar no se hizo de forma masiva en el mundo hasta después de la colonización del continente americano por parte de Europa. Fue entonces cuando el cultivo de la caña de azúcar se extendió por todo el mundo y cuando entró a formar parte de nuestra dieta de forma habitual.

¿Hay dietas ancestrales que consuman tanto azúcar? ¿Están obesos? Lo curioso del caso es que las hay. Tanto los Hadza de Tanzania, como los Kuna de Panamá consumen bastante cantidad de azúcar en sus dietas. Principalmente, en forma de frutas o miel, pero lo que es más curioso, es que los Kuna también consumen mucho azúcar de bebidas azucaradas que consiguen en mercados locales. Llegan a tomar unos 80gr/día de los cuales 40gr vienen de estas bebidas. ¿Están obesos? No.

Es decir, el consumo de azúcar per sé, aunque se ingieran en bebidas azucaradas, no se puede aislar de muchos otros factores de nuestro estilo de vida. En los Kuna, su estilo de vida seguro que juega un papel fundamental en el hecho de que ese consumo extra de azúcar, no les provoque mayores problemas. Sin embargo, ese mismo consumo en una persona del mundo occidental, a buen seguro tiene efectos muy diferentes.

Uno de los problemas que tiene el azúcar es que son calorías vacías. Me estoy refiriendo al azúcar refinado blanco que es sacarosa pura. Aparte de esto, aporta cero nutrientes, y en una nutrición saludable , lo más importante es una dieta rica en nutrientes.

La realidad, es que hoy en día, además de las bebidas azucaradas, como ya denunció Jaimie Oliver, el azúcar está presente en casi todo lo que consumimos, chocolate, zumos, leche, salsas… Y lo peor es que no somos conscientes de la cantidad total que ingerimos. Lo que sumado a estas bebidas tan ricas, nos hace consumir mucho más de lo que sería deseable. A esto hay que sumarle que muchos de nosotros pasamos más de 8 horas al día sentados en nuestros trabajos. Algo que a buen seguro, otras poblaciones no hacen.

Regular el contenido de azúcar en los alimentos

Penalizar al consumidor, sin meter mano a las industrias alimentarias no me parece justo. Obviamente, lo primero es más fácil, porque hacerles cambiar las fórmulas a las compañías, para que reduzcan el contenido de azúcar en sus compuestos sería atacar el negocio, y las compañías saben que esto también afectaría a la “deseabilidad” de sus productos. Cuanto más se consuma mejor, y algo que afecte a este deseo pone en peligro sus beneficios. Eso sin contar, la presión que a través de lobbies puedan ejercer en políticos e instituciones.

En realidad, si de verdad queremos meter mano al azúcar, deberíamos pensar cómo reducir su uso dentro de la industria alimentaria en general. Los consumidores, una vez hechos a un sabor a una cantidad, difícilmente van a cambiar sus costumbres a través de anuncios de televisión o limitaciones artificiales sobre los tamaños disponibles. Como se suele decir, “hecha la ley, hecha la trampa” y tanto tiendas como consumidores, buscarán la forma para poder seguir consumiendo su cantidad diaria de azúcar a la que están acostumbrados.

Pero además, no podemos dejar de olvidar que hay muchos otros factores que influyen en nuestras dietas. El azúcar juega un papel, pero no solo porque sean calorías vacías o porque se consumen mucho, sino porque su presencia en los alimentos, puede influir en los mecanismos neuronales de gratificación relacionados con la comida. Estos mecanismos, una vez disparados, nos pueden hacer comer más de lo que realmente deberíamos.

Como veis, no es una cuestión nada sencilla, y por eso, las medidas nunca pueden ser simplistas.

Imagen vía | Whole Heart Source

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