Usar una deshidratadora de alimentos en casa

En los últimos años la gama de utensilios de cocina disponibles para el mercado de particulares ha experimentado un gran crecimiento, haciendo que hoy podamos encontrar en los comercios no sólo todo tipo de herramientas culinarias, sino también aparatos, máquinas y electrodomésticos que nadie antes se hubiera planteado tener en sus hogares. Es lo que ha ocurrido con las máquinas deshidratadoras.

Si se siente pasión por la cocina y además se experimenta una irremediable atracción por cualquier novedad, ir a pasear por tiendas especializadas resulta una actividad de alto riesgo. Me temo que ese es mi caso, y reconozco que cuando me encontré en unos grandes almacenes suizos con una sección dedicada a máquinas culinarias extrañas me quedé un poco ensimismada. Pero fueron las deshidratadoras lo que más me llamó la atención, y por suerte, también a mi familia. Hubo que hacer sitio en el maletero a una caja de tamaño nada desdeñable en el viaje de vuelta a España.

Siendo sincera, teníamos bastantes dudas al respecto del uso de nuestra nueva adquisición. ¿Sería complicada de utilizar? ¿Funcionaría bien? ¿Realmente nos iba a salir a cuenta la compra? Voy a compartir con vosotros mi experiencia usando una deshidratadora para que cada uno saque sus propias conclusiones sobre si merece la pena invertir en ella, o si será sólo un trasto más.

¿En qué consiste la deshidratación?

En primer lugar, creo conveniente aclarar un poco el concepto de la deshidratación de alimentos. Aunque al principio pueda sonar algo extraño, en realidad estamos rodeados en nuestro día a día de productos deshidratados, ya que además es una técnica que se viene empleando desde hace mucho tiempo para la conservación de alimentos. Deshidratar consiste básicamente en eliminar la mayor concentración posible de agua presente en un determinado producto, haciendo que quede mucho más concentrado y alargando así su tiempo de conservación.

Es un procedimiento que se viene practicando desde hace siglos, cuando era esencial intentar acumular los excedentes de productos de temporada para poder disponer de esos alimentos en otras épocas del año. Las técnicas más primitivas, que todavía se siguen empleando, se basan en dejar secar vegetales y carnes o pescados al aire libre, al sol o a la sombra. Al perder casi todo el agua que contienen se evita que desarrollen microorganismos y otros procesos derivados de la humedad, que provocan el deterioro de los alimentos.

No se debe confundir con la liofilización, un proceso más complejo que se viene utilizando en las últimas décadas sobre todo en la industria alimentaria, y más recientemente, por algunos grandes chefs. La liofilización consiste en eliminar la humedad a través de la congelación producida en vacío, y requiere maquinaria específica, y también mucho más cara. Los resultados obtenidos se asemejan a los productos deshidratados por calor, aunque a diferencia de éstos, no alteran prácticamente el sabor original.

La deshidratación ofrece no sólo la ventaja de alargar la vida de los alimentos, sino también facilidades de manipulación, transporte y almacenaje. Pero además, actualmente es una técnica que se emplea más por las posibilidades que proporciona en la cocina, ya que los productos deshidratados aportan texturas y sabores diferentes con los que se nos permite jugar a la hora de cocinar con ellos.

El mercado de las máquinas deshidratadoras

Como he comentado al principio, yo adquirí mi máquina deshidratadora en el extranjero, hace ya algunos años, y la verdad es que nunca antes había visto un aparato de este tipo. Al tantear un poco el mercado confirmé que era complicado encontrarlos en España, salvo algunos modelos más enfocados al ámbito profesional. Pero desde entonces parece que el mercado del particular se ha expandido y hoy en día contamos con numerosas tiendas, tanto físicas como virtuales, que cuentan con uno o varios modelos en su catálogo.

Aunque la gama de precios parece ser demasiado amplia, llegando a dispararse hasta varios centenares de euros, en realidad los modelos pensados para el uso doméstico se mueven en torno a las mismas cifras, entre unos 40 y 80 euros. A la hora de optar por uno u otro debemos atender a las prestaciones que nos ofrecen, considerar el uso que le vamos a dar, la calidad de los materiales, la potencia y la garantía; no recomiendo buscar el modelo más barato por si al final terminara saliendo caro.

Por lo que he comprobado, casi todos los aparatos destinados al hogar presentan características similares, están fabricados en plástico y funcionan con una potencia máxima de 250 W. Yo aconsejo optar por un modelo que genere el calor desde la base, que las rejillas de cada bandeja permitan pasar el aire sin problemas y que tenga alguna vía de escape por la parte superior, para que el aire fluya constantemente.

Deshidratando alimentos en casa

Por supuesto, podemos deshidratar distintos elementos sin necesidad de adquirir un aparato específico, simplemente dejando los alimentos secar al aire o empleando el horno de cocina a baja temperatura durante varias horas. Pero estas técnicas requieren de mucha paciencia y puede ser difícil obtener resultados óptimos, además del inconveniente que supone tener el horno en marcha durante muchas horas.

Las deshidratadoras suelen constar de una base, que es el motor de la máquina de donde sale el cable de alimentación y sobre la cual se superponen varias bandejas, normalmente hasta cinco, y una tapa superior. Su uso es muy simple: basta con distribuir los alimentos en las bandejas, taparlo, conectarlo a la corriente y pulsar el encendido. El tiempo de funcionamiento variará en función de distintos factores, como el tipo de producto, el grosor o tamaño del mismo, la temperatura ambiente, y nuestro gusto personal en cuanto al resultado.

Estos aparatos acostumbran a incluir en su manual una guía que oriente sobre cómo cortar la fruta y verdura y el tiempo estimado para su deshidratación, que puede ir desde cuatro horas hasta más de un día entero, aunque yo nunca he necesitado tanto tiempo. Lo mejor es ir comprobando el estado pasadas las primeras horas, hasta conseguir el punto que nos interese. No deben quedar rastros de humedad, pero dependiendo del tiempo un alimento deshidratado puede ser tierno o totalmente seco.

¿Y qué podemos deshidratar? Básicamente frutas, vegetales y hierbas aromáticas, cualquier tipo que se nos ocurra, aunque personalmente no he probado tipos especialmente acuosos, como el melón. Desde los frutos más típicos, como la manzana, la uva o el albaricoque, hasta verduras como el brócoli o calabacín. Es importante recordar que al deshidratar un alimento, este quedará concentrado, por lo que hay que intentar utilizar productos de la mejor calidad para conseguir resultados óptimos.

La forma de preparar cada producto se indica en el manual, como he comentado, aunque es bastante intuitivo. Por ejemplo, las manzanas, peras y melocotones se pelan, se descorazonan y se cortan a gajos; los arándanos se dejan enteros; las zanahorias se trocean, etc. Eso sí, siempre todo bien lavado y secado. Una vez terminado el proceso, sólo queda envasarlos para su conservación. Basta esperar unos minutos a que se enfríen para guardarlos en recipientes herméticos, evitando el metal, y aguantarán muchos meses en la despensa sin alterar sus propiedades.

Conclusiones

Deshidratar alimentos en casa es muy práctico para conservar productos naturales durante todo el año, y así disponer por ejemplo de fresas en noviembre. Si tenemos la suerte de cultivar nuestro propio huerto, o tenemos plantas aromáticas en casa, estos aparatos nos serán muy útiles para evitar que lo recolectado se eche a perder, ahorrando además espacio de almacenaje. Aunque plantear la compra de una de estas máquinas sólo pensando en la función de conservación puede no ser suficiente y terminemos dándole poco uso.

Yo doy más importancia a las posibilidades gastronómicas de los deshidratados, personalmente me gustan mucho, y los veo muy versátiles. Podemos crear nuestro propia mezcla de cereales añadiendo la fruta que más nos guste, o tener una despensa natural de ingredientes para recetas de repostería. En la cocina salada las posibilidades también son muy amplias, pues unas verduras deshidratadas aportan sabor intenso y matices diferentes a salsas o guisos, y dan mucho juego en canapés y aperitivos. Sin contar que son un alimento práctico, nutritivo y delicioso por sí solo, ideal para picoteos, acompañar excursiones o como suplemento para deportistas.

En resumen, ¿recomiendo la adquisición de una máquina deshidratadora? Basándome en mi propia experiencia, sí, pero, depende mucho de las circunstancias particulares de cada uno. Hay que tener en cuenta que no es sólo el gasto económico, pues es un aparato de tamaño nada desdeñable que debe tener un hueco en la cocina o despensa, y aunque de uso fácil, requiere dedicarle un poco de tiempo; sería una lástima que quedara olvidado en el fondo de un armario. Y, obviamente, tienen que gustarte los productos deshidratados. Mi experiencia es muy positiva, pero ya depende de cada uno valorar todos los factores antes de decidir si merecerá la pena la inversión.

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