Caseríos, casas torre, queso idiazábal, sorprendente txakoli, el origen del río Nervión, enoturismo, espeleología, la Sierra Salvada… Los secretos en estos apenas 180 kilómetros cuadrados son infinitos
A menudo, cuando se piensa en el País Vasco, la imaginación viaja sin esfuerzo hacia el Cantábrico, a acantilados batidos por el viento, a puertos pesqueros de postal y a un pasado industrial que dejó huella en rías y ciudades. También aparecen en ese mapa mental los grandes valles verdes, casi infinitos, donde el paisaje parece no agotarse nunca y donde la naturaleza marca el ritmo de la vida cotidiana.
Sin embargo, entre montes suaves, prados bien cuidados y laderas salpicadas de viñedos existe otro territorio de apenas 180 kilómetros cuadrados menos transitado por el gran público, que resume muchas de esas esencias vascas sin necesidad de mirar al mar. Aiaraldea, o Cuadrilla de Ayala, espera discreta en el noroeste de la provincia de Álava, como un destino que se descubre sin prisas y que conquista a base de autenticidad y naturaleza en un territorio que, a menudo, se sintetiza como el Valle de Ayala.
Esta comarca de carácter fronterizo, encajada entre Vizcaya y Burgos, ha sido históricamente un lugar de paso, de intercambio y de mezcla. Por aquí discurrieron rutas comerciales, se asentaron linajes poderosos como los Ayala y se levantaron torres defensivas, iglesias y caseríos que aún hoy explican su pasado medieval. El río Nervión, que nace en tierras cercanas, articula buena parte del territorio y ha sido clave para el desarrollo económico y humano de la zona desde tiempos inmemoriales.
Las principales localidades, como Amurrio, Llodio o la propia Ayala, combinan vida urbana tranquila con un entorno rural inmediato. A su alrededor, pequeños pueblos y concejos conservan una escala humana que invita a detenerse, a pasear sin rumbo fijo y a charlar con quienes mantienen vivas tradiciones centenarias. Iglesias parroquiales, ermitas aisladas y restos de antiguos caminos recuerdan que aquí la historia se ha escrito a base de constancia más que de grandes gestos.
El vino ocupa un lugar central en esa identidad. Aiaraldea ha hecho del txakoli una razón de ser, convirtiéndose en uno de los corazones de la Denominación de Origen Arabako Txakolina. Viñedos en pendiente, bodegas familiares y una forma muy personal de entender el vino han dado forma a un paisaje cultural que hoy resulta perfecto para enlazar visitas enológicas, turismo activo y gastronomía de cercanía.
Día 1: enoturismo e historia
Mañana: el alma del txakoli de Álava
Aunque el vino no entrae en nuestras prioridades, resulta impensable separarlo del corazón de Aiaraldea, donde no solo marca parte del paisaje, sino también de la esencia gastronómica de una región coqueta y verde.
Aquí vamos a encontrar, además, la Denominación de Origen Arabako Txakolina (una de las más pequeñas de España) con apenas unas 100 hectáreas cultivadas y solo siete bodegas, pero esa dimensión reducida es precisamente una de sus grandes virtudes.
Cada proyecto mantiene una personalidad muy definida y una relación directa con el paisaje que lo rodea, basándose en la evolución de los clásicos vinos blancos del año que se estilaban antaño y que ahora ya comienzan a mutar hacia vinos con personalidad propia y capacidad de guarda.
Una de las paradas más recomendables es Bodega Astobiza, situada en Okondo. El entorno, con viñas escalonadas y vistas abiertas al valle, ofrece una panorámica increíble que podemos compaginar con la visita a las instalaciones, en las que se organizan catas, pero también experiencias más gastronómicas con productos locales como quesos, embutidos y platos de cuchara, por lo que resulta perfecta para una mañana
En el entorno de Amurrio, Txakoli Txikubin ofrece una aproximación más íntima al mundo del txakoli con una bodega pequeña en tamaño, pero grande en historia. Aquí presumen de la Torre de Murga, una fortificación del siglo XIII, flanqueada por dos palacios tardomedievales, que permite no solo visitar una edificación histórica, sino también acompañar el plan con la visita a la bodega y catar algunos de sus vinos, incluyendo los singulares espumosos que elaboran como es 13 Estrellas de Salazar.
Entre las bodegas más destacas a nivel enoturístico, otra referencia clave es Artomaña Txakolina, situada en la localidad homónima y donde la familia Álava, ahora representadas por Mariano y Kerman, su hijo, siguen tomando el pulso al txakoli, uniendo elaboraciones más clásicas con otras vinificaciones más contemporáneas, las cuales se pueden probar en las catas que se organizan en la propia bodega.
Comida: una experiencia de Guía Michelin
Al contrario de lo que sucede en otras zonas de Euskadi, especialmente en Guipúzcoa, la alta cocina no ha aterrizado de la misma manera ni con la misma fuerza en Aiaraldea, pero lejos de que eso sea una desventaja, es una oportunidad.
No en vano, es imposible no aconsejar dentro de un viaje por Aiaraldea, si tenemos intenciones de probar un restaurante más gastronómico, dándonos aire entre pintxos y parrillas, y ese es Arcos de Quejana.
Situado en Quejana, dentro de Ayala, el restaurante se aloja dentro de un encantador hotel rural, que también es un lugar perfecto para elegirlo como campamento base si visitamos la zona.
Aquí, además de algunos guiños de cocina algo más técnica, no están exentos de amor por el producto ni de referencias tradicionales, por lo que dejarse atrapar por la clásica alubiada alavesa no es una mala opción, aunque también bordan las carnes y el pescado, especialmente el bacalao al pilpil.
Tarde: pueblos con historia y museos con identidad
La tarde del primer día invita a cambiar el foco hacia el patrimonio. Aiaraldea está salpicada de pequeños pueblos que conservan trazas medievales y un notable legado religioso. Artziniega es, sin duda, uno de los conjuntos históricos más destacados, con un casco antiguo perfectamente reconocible, calles empedradas y casas blasonadas que remiten a su pasado como villa comercial.
En Artziniega se encuentra el Museo Etnográfico de Artziniega, uno de los más completos del territorio histórico alavés. Ubicado en varias casas tradicionales del casco antiguo, ofrece un recorrido muy bien contextualizado por los modos de vida rurales, los oficios artesanos, la organización del caserío y la evolución social de la comarca. La visita requiere al menos una hora y media y resulta especialmente recomendable para comprender cómo se ha configurado el paisaje humano de Aiaraldea.
A escasos minutos, el Santuario de Nuestra Señora de la Encina completa la visita a la villa. Aunque no es un museo en sentido estricto, su valor artístico y devocional lo convierte en una parada imprescindible. La iglesia alberga retablos y elementos patrimoniales que explican la importancia de la religiosidad popular en la zona, además de ofrecer un entorno tranquilo para una pausa antes de continuar ruta.
El itinerario puede continuar hacia Quejana, en el municipio de Ayala, donde se localiza el Conjunto Monumental de Quejana, uno de los espacios históricos más relevantes de toda la provincia. El complejo incluye el palacio de los Ayala, la torre defensiva, el convento de San Juan y el mausoleo familiar. En su interior, el Museo de Arte Sacro de Quejana conserva piezas de gran valor, como sepulcros medievales, tablas góticas y documentos históricos vinculados al linaje de los Ayala.
Localidades más pequeñas, como Respaldiza (no te pierdas la singular construcción del Palacio Atxa), Luiaondo, donde recomendamos encarecidamente pasar por la Iglesia de Santa María Magdalena o el Caserío en el Barrio de Arriba (tal es su nombre) o Menagarai con sus ermitas y casas solariegas ofrecen ese singularidad arquitectónica de Euskadi donde conviven edificios sacros, reminiscencias nobiliarias y construcciones agrícolas.
Cena: un agroturismo para amanecer con el 'mar' a tus pies
Resulta no difícil recomendar la pernocta y la cena –o la comida– en Guzurtegi, un encantador agroturismo en Maroño, con el embalse a cuatro pasos, y cuyas vistas son verdaderamente espectaculares para una inmersión en lo natural dentro de Aiaraldea de lo más completa.
De hecho, lo recomendaría como base de operaciones, a pesar de contar con solo seis habitaciones, resulta de lo más acogedor tanto para grupos pequeños como para parejas. Además, su restaurante cumple con creces, especialmente si pedimos la carne al carbón, la especialidad de la casa, o algunos de los pescados que, a pesar de estar lejos de la costa, se tratan con esmero.
Otra buena alternativa para hacer noche, aunque en un perfil de hotel algo más sofisticado es el Hotel Saiaritz, a las afueras de Amurrio, que es ideal para parejas y para aquellos que quieran descubrir la parte baja de la Cuadrilla de Ayala, especialmente lo que rodea a la Senda Verde de Delika.
También en Amurrio, aunque más alejada, si somos un grupo más grande no dejaría pasar la oportunidad de alojarme en uno de los edificios más antiguos de la zona, un antiguo caserío hoy rehabilitado que obedece al nombre de Iruaritz y que es una auténtica gozada para grupos de 10 o 15 personas.
Día 2: de bicis, paseos y grandes quesos
Mañana: queserías y turismo activo
Como en buena parte de Euskadi, la vida rural no estaría completa sin la ganadería. Si el primer día lo condensamos al vino y a la vid, el segundo día puede ser una ocasión ideal para entregarse al conocimiento de la oveja latxa, la reina de estos valles, y al idiazábal y otros quesos que se elaboran con su preciada leche.
En Aiaraldea hay con varias queserías artesanas que ofrecen visitas guiadas que permiten conocer el proceso completo, desde el cuidado del rebaño hasta la maduración del producto. Durante la visita a queserías como Izoria Baserria o a Soloitza, el participante asiste al ordeño de las ovejas, aprende las nociones básicas sobre la alimentación del ganado y se familiariza con las razas autóctonas. En esta última, por cierto, se hace el que fue elegido mejor queso azul de Euskal Herria en el año 2022.
Tambien en Agiñiga puedes hacer una cata, además de conocer de primera mano la elaboración del queso, en la quesería Quesería Aguiñiga, otra referencia ineludible si queremos conocer de primera mano cómo se hace el clásico queso idiazábal y, además, comprender la importancia geográfica e histórica que ha tenido la Sierra Salvada en Aiaraldea.
Normalmente, el recorrido se traslada a la quesería, donde se explica paso a paso el proceso de elaboración del queso: cuajado, prensado, salado y maduración. Todo el contenido se presenta de forma didáctica, accesible incluso para quienes no tienen conocimientos previos.
Evidentemente, tengamos en cuenta que son pequeñas instalaciones, familiares y donde se debe reservar con antelación para concertar la visita, evitando plantarnos allí de improviso.
Comida: bienvenidos al 'Infierno'
Infierno es el nombre coloquial que recibe el salto del río Nervión, también apodado Cola de Caballo, por el ruido que hace y por la tremenda caída que supone, pero eso no quita que nadie deba temer aquí al demonio.
Tampoco conviene temer a la mesa del restaurante que, cerca de la Senda Verde, espera, convirtiéndose casi en una parada obligatoria en la zona, tanto por sus alubiadas como por sus parrilladas de carne.
Con un ticket medio más que correcto, el restaurante Infierno Delika es una de las mejores apuestas en la parte 'baja' de Aiaraldea, especialmente si nuestra intención es comenzar la mañana caminando por allí o utilizarlo como cabeza de puente para luego recorrer la Senda Verde del Delika.
Tarde: buscando el origen del río Nervión
La tarde, dependiendo de la época del año, la puedes condensar en aquello que más identifica a Aiaraldea: su naturaleza. Aunque no mucha gente lo sepa, el río Nervión nace en la provincia de Álava, mucho antes de desaguar en la ría de Bilbao, y será aquí, en Aiaraldea, donde aguarda uno de los mayores encantos naturales de Euskadi: el salto del Nervión o, más concretamente, el salto del Délica.
Este segundo río, tras la cascada, en la que cae 222 metros, dona sus aguas al Nervión, engrosándolo y aumentando su caudal en las épocas de más pluviosidad, convirtiéndose en todo un acontecimiento turístico.
Para la mayoría, el plan estrella y más asequible es la Senda Verde de Delika, un paseo cómodo para adentrarse en un valle de gran riqueza ambiental, transición entre ambientes atlánticos y mediterráneos, con presencia habitual de aves rapaces.
En la práctica, la Senda Verde se plantea como un recorrido de alrededor de dos horas con apenas seis kilómetros y medio de recorrido, salvando un desnivel bastante moderado para atravesar el pueblo antes de encajarse hacia el barranco. En el tramo del puente de Zalborondo se disfruta especialmente del paisaje de paredes calizas; y hay una recomendación importante: en épocas de lluvias y crecidas, no conviene cruzar el río y es mejor regresar por el mismo camino.
Para un segundo plan todavía más fácil por perfil, funciona muy bien el Parque Lineal del Nervión que nos permite unir Amurrio, Aiala y Llodio en un itinerario lineal de apenas 17 kilómetros pero un desnivel mínimo, bien apoyado por señalización. Es ideal para caminar sin prisas, hacerlo por tramos y combinar tramos verdes con puntos de interés urbano y patrimonial.
Cena: un gastrorecorrido por Amurrio y Llodio
Depende del punto de partida –o de salida–, poner el broche culinario a la aventura es sencillo tanto en Amurrio como en Llodio, las dos localidades más pobladas del Valle de Ayala. Si queremos sentarnos a la mesa en Llodio, un par de recomendaciones infalibles si queremos algo más moderno es apostar por el restaurante Ondua o por el restaurante El Lío.
Más tradicional es la apuesta a caballo ganador del asador Toki On, donde se trabaja con mucho éxito el pescado –espléndidos rodaballos y platos de bacalao– o, si queremos menús más asequibles lo que aguarda en el Bar Larrea tampoco falla con su cocina doméstica.
En Amurrio, hay algunas paradas también que merece la pena reseñar como las alubiadas del Okeluri, con un perfil de mesón algo más formal y mesas con mantel, y las alubias del Ruperto, con todos sus sacramentos, aunque aquí el trato es más informal. No obstante, la calidad en ambos es magnífica.
Como remate, el restaurante Bideko, que también es salón de bodas, es otra alternativa sensacional para comer bien en Amurrio con una cocina clásica, pero muy bien ejecutada y con muchas alternativas, tanto vegetales como de carnes y pescados, perfecto para todo tipo de públicos.
Imágenes | Aiaraldea / Turismo de Euskadi / Saiaritz / Caserío Irueritz / Restaurante Bideko / Asador Toki-On / Quesería Soloitza / Izoria Baserria
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