Monsaraz es uno de los destinos más enigmáticos e impactantes de todo Portugal, muy cerca de la frontera con España
El Alentejo es una de las regiones más extensas y, paradójicamente, también una de las menos exploradas de Portugal. Abarca buena parte del sur del país, extendiéndose desde la frontera con España hasta las playas del Atlántico, con campos ondulados, encinares infinitos y pueblos blancos que parecen detenidos en el tiempo.
Pese a su tamaño, el turismo aquí avanza con otro ritmo. No hay grandes ciudades ni aglomeraciones, pero sí una mezcla de naturaleza serena, patrimonio histórico y sorpresas inesperadas. Una de esas sorpresas es, sin duda, el turismo fluvial que se ha desarrollado en torno al embalse de Alqueva.
Este mar interior artificial, el mayor de Europa Occidental, ha transformado el paisaje y la vida de esta parte del Alentejo. Muy cerca de sus orillas, sobre una colina que parece vigilar el horizonte, se encuentra uno de los pueblos más bellos y con más historia de toda la región: Monsaraz.
Monsaraz se levanta sobre una colina que domina la llanura alentejana, con vistas impresionantes que se extienden hasta donde la vista alcanza. Este pueblo fortificado parece salido de una postal: calles empedradas, casas encaladas con detalles de granito, una muralla perfectamente conservada y un castillo medieval que aún hoy transmite la sensación de estar en una tierra de frontera.
Y es que Monsaraz ha sido, durante siglos, un puesto clave en la defensa del territorio portugués frente a Castilla. Su posición estratégica, justo frente a la raya fronteriza, le otorgó una importancia militar enorme desde la Edad Media. Fue reconquistado por los cristianos en el siglo XII y desde entonces ha tenido un papel protagonista en numerosas contiendas y tratados.
Pasear por Monsaraz es recorrer siglos de historia en cada esquina. La muralla se conserva intacta y encierra todo el núcleo antiguo, lo que permite una inmersión total en la atmósfera medieval del lugar. El castillo, situado en la parte más alta, fue levantado en tiempos de Dinis I y aún se puede subir a sus torres para contemplar una de las vistas más impactantes del sur de Portugal.
Desde allí, el paisaje se abre hacia el embalse de Alqueva, que brilla bajo el sol como un espejo inmenso, dando la sensación de que Monsaraz se asoma a un mar, aunque esté a decenas de kilómetros del océano. Este contraste, entre lo histórico y lo natural, entre lo seco del Alentejo y la presencia inesperada del agua, convierte al pueblo en un destino realmente especial.
Además del castillo, vale la pena visitar la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Laguna, del siglo XVI, con su mezcla de estilos manuelino y renacentista. También destaca el pelourinho, símbolo del poder municipal, y la antigua cisterna, que muestra cómo se gestionaba el agua en esta zona tan seca antes de la construcción del embalse. Las tiendas de artesanía y los pequeños cafés con terraza permiten al visitante disfrutar de la calma que define a Monsaraz. Aquí el tiempo se detiene y cada rincón invita a quedarse un poco más.
Pero si algo ha cambiado la vida de este rincón del Alentejo ha sido la construcción del embalse de Alqueva. Inaugurado en 2002 tras décadas de planificación, este lago artificial se alimenta de las aguas del río Guadiana y cubre una superficie de más de 250 kilómetros cuadrados, es decir, casi dos veces más que la extensión de la ciudad de Valencia.
Su impacto en la región ha sido enorme: ha permitido el desarrollo agrícola gracias al riego, ha impulsado el turismo rural y, sobre todo, ha generado una oferta de ocio acuático que antes era impensable en esta parte del país.
En Alqueva se puede practicar piragüismo, vela, pesca, paseos en barco y hasta bañarse en pequeñas playas acondicionadas en sus orillas. También se ha convertido en un lugar privilegiado para la observación de estrellas: la baja contaminación lumínica ha hecho que esta zona se declare reserva Starlight. Desde Monsaraz, al caer la noche, el cielo se llena de constelaciones que parecen tocarse con la mano.
La mejor época para visitar Monsaraz y el embalse de Alqueva es entre la primavera y el otoño. En verano las temperaturas pueden superar los 35 grados, aunque las brisas del embalse suavizan algo el calor. En primavera, los campos alrededor del pueblo se llenan de flores silvestres, y en otoño, la luz dorada del atardecer convierte cualquier paseo en una experiencia memorable.
Monsaraz, con su alma de piedra y su horizonte de agua, demuestra que el interior del Alentejo puede ser tan cautivador como cualquier costa. Frente a la idea de un interior seco y deshabitado, este rincón portugués ofrece historia viva, paisaje sorprendente y una sensación de descubrimiento que permanece en la memoria. Y aunque parece asomarse al mar, lo que tiene enfrente es aún más especial: un mar creado por el hombre, que ha traído nueva vida a una de las zonas más auténticas de Portugal.
Imágenes | Visit Alentejo
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