Restaurante Villaplana, tapas tradicionales en el corazón de Valencia

En medio de la vorágine innovadora en la que parecen sumergidos la mayoría de restaurantes del país, se agradece que algunos locales conserven su carta “castiza”, como el restaurante Villaplana, que ofrece tapas tradicionales en el corazón de Valencia.

Desde que mi memoria alcanza, este ha sido el restaurante en el que se hemos ido a celebrar algún que otro acontecimiento como cumpleaños, entregas de notas y cosas por el estilo. Mi madre siempre cuenta la anécdota de que, siendo yo muy pequeño y tras habernos zampado una cantidad ingente de tapas, alcé mi voy y dije que para comer, quería macarrones, como si todo ese festín no hubiera sido suficiente.

Batallitas a parte, veamos qué podéis encontrar en la carta de tan querido restaurante.

Una de las cosas que nunca faltan a la hora de pedir son las chuletas de la huerta, una versión un tanto diferente de las clásicas patatas bravas, y cuya diferencia estriba en que las patatas se sirven partidas por la mitad y con piel, recubiertas por un ajo aceite no demasiado fuerte.

Además, las patatas no están fritas, sino que están hervidas y tienen un ligero golpe de horno, lo que cambia su textura y su sabor.

Otra de las tapas que siempre me gusta pedir es la de choricillos del infierno, que además de riquísimos son un espectáculo en la mesa, pues el camarero los trae sin cocinar y los prende delante de ti.

A juicio del comensal queda el momento en el que considera que están suficientemente hechos y entonces, valiéndose de otro plato, decide ahogar el fuego y pasar a degustar los deliciosos chorizos.

Siendo Valencia una ciudad costera y proclive a la pesca, no podían faltar tapas con pescado y marisco. Tres son las tapas que rara vez faltan en nuestra mesa, las tellinas, la sepia a la plancha con salsa verde y la puntilla.

Las dos primeras no tienen demasiado misterio y su calidad radica en la frescura de los ingredientes y en el ojo del cocinero con la plancha. Además, desde que se prohibieron las tellinas de importación por motivos sanitarios, son más difíciles de encontrar, pero a cambio han recuperado todo su sabor.

En el caso de la sepia, hay que elegir una buena pieza, tenerla el tiempo justo en la plancha bien caliente y luego acompañarla de una salsa verde ligera pero intensa.

La que probamos el otro día estaba realmente tierna y en su punto, algo que no es nada fácil de encontrar en cualquier bar o restaurante.

La puntilla tiene algo más de intríngulis, pues hay que rebozar con mucho arte los calamares del tamaño justo, y hacerlo con el aceite muy caliente para que salga perfecto. Además hay que limpiarlos bien para no encontrarse nada desagradable en algún bocado.

Como no podía ser de otra manera, estaban buenísimos, y dimos buena cuenta de ellos nada más llegaron a la mesa. Algunos se abalanzaron sobre ellos tan rápido que sufrieron algún que otro percance debido a que aún estaban demasiado calientes (salvo para fakires experimentados).

Tras el marisco, llego el momento de uno de los platos más propios del restaurante, las tostas. Desde siempre, la oferta se había reducido a cuatro tostas entre las que se incluía la clásica de pan a la catalana y la de almusaffes (con sobrasada, queso y cebolla), pero para mi sorpresa habían incluido dos novedades.

Las dos nuevas inquilinas eran dos tostas de morcilla y chorizo, ambas acompañadas de queso y cebolla caramelizada. Aunque no a todos les gustó, a mi resultaron deliciosas; una buena mezcla entre sabor castizo e innovación.

Como colofón, pedimos una parrillada de verduras, que parecían recién salidas de alguna huerta valenciana. Había berenjena, calabacín, espárragos, tomaté, setas y champiñones, éstos acompañados por una rica salsa verde.

De nuevo, la habilidad del cocinero con la plancha se notaba en la perfecta cocción de todas las verduras, que habían cogido el punto que les da la plancha sin perder todo su sabor y su jugo.

Para terminar, nos dejamos seducir por una bandeja variada de postres a la que nadie se pudo resistir y que me tocó fotografiar de la guisa que podéis ver.

Si la memoria no me falla, contenía flan, tarta de queso, tarta de chocolate y trufas heladas acompañado todo de un montón de nata montada. Una muerte por dulce en plena regla.

Resumiendo, si queréis descansar de la cocina de autor que se está adueñando de nuestros restaurantes, os recomiendo que os paséis por el restaurante Villaplana para disfrutar de sus tapas tradicionales

Restaurante Villaplana

c/ Doctor Sanchís Sivera, 24
46008 Valencia
963 857 302
Precio medio: 15 euros por persona

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