Algunos jóvenes no saben leer un reloj, pero el mundo también está perdiendo a quienes saben rebozar como toda la vida

Una charla en OT sobre relojes analógicos y un viejo clip de televisión extremeña sobre rebozados tradicionales reabren un debate generacional

Joana Costa

Editor

Si hace unos años alguien hubiera dicho que leer un reloj analógico o rebozar pescado se convertirían en trending topic, probablemente habría sonado exagerado. Pero las redes vuelven a hacer de lo cotidiano un espectáculo global. Dos vídeos —uno reciente y otro rescatado del archivo— han puesto sobre la mesa un tema que va más allá de la anécdota: la pérdida lenta de saberes básicos.

Todo empezó con una conversación ligera en la Academia de Operación Triunfo. Unas concursantes admitieron no saber leer la hora en un reloj de agujas. Entre gestos de desconcierto, la escena se viralizó y generó miles de comentarios: algunos desde la empatía, otros desde la indignación nostálgica.

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Apenas unos días después, otro clip comenzó a circular: una concursante de un programa de cocina de Televisión de Extremadura, hace ya unos años, trataba de echarle el huevo por encima a una merluza en vez de rebozarla. Con el delantal puesto y entre risas, necesitó que otra persona le explicara cómo pasar el pescado por harina y huevo antes de freírlo. La escena, sencilla y hasta entrañable, se transformó en símbolo de quien no sabe lo básico.

Los dos vídeos, separados por tiempo y contexto, tienen algo en común: exponen pequeños conocimientos que antes se aprendían casi por imitación en casa. Leer la hora en un reloj de agujas era parte de cualquier infancia; rebozar un pescado, una tarea rutinaria en muchas cocinas familiares. Hoy, para algunos, son gestos extraños, entre lo analógico y lo precocinado.

El mundo cambia

En los comentarios, se mezclan carcajadas, reproches y reflexiones. Hay quienes defienden que el mundo cambia y que no todo conocimiento es imprescindible, y quienes ven en estas escenas un síntoma de desconexión cotidiana con lo básico. Otros simplemente se sorprenden de que algo tan simple pueda generar tanto ruido.

La escena de OT, en particular, encendió un debate sobre educación: ¿por qué seguimos enseñando a leer relojes analógicos si casi todo el mundo usa el móvil? La respuesta, para algunos, es tradición práctica; para otros, pura nostalgia sin utilidad real. Lo curioso es que hasta quienes no usan reloj seguro que sintieron cierta punzada de vértigo cultural al ver el clip.

Lo mismo ocurre con la cocina. Lo que antes se aprendía mirando a madres, abuelas o vecinos, hoy se sustituye por tutoriales de 30 segundos en redes sociales o por bandejas de pollo ya rebozado para arañarle unos minutos al día. No es necesariamente malo, pero sí diferente. 

Entre la ironía y la melancolía, estos dos vídeos no hablan solo de relojes y merluzas: hablan de cómo cambia la vida poco a poco. Hoy, para muchos jóvenes, es más útil dominar Google Calendar que mirar las manecillas de un reloj, y más habitual pedir sushi que freír pescado. Claro está: la vida cambia, y los saberes también.

Imágenes | Sami  Abdullah/Pakus

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