El primer cadáver apareció el 28 de noviembre a varios cientos de metros del Centro de Investigación en Sanidad Animal
Desde su estallido con el primer jabalí encontrado muerto el pasado 28 de noviembre, la expansión de la peste porcina africana en España preocupa y da pie a teorías de cómo ha llegado a nuestro país, tras no detectarse casos en más de tres décadas, pero que ahora con la aparición de varios casos en jabalíes salvajes muertos en las cercanías de Cerdanyola del Vallès, en la provincia de Barcelona, supone un reto para el sector.
En un principio, las autoridades apuntaron a una posible contaminación alimentaria: se pensó que el origen del virus podría haber sido un producto cárnico contaminado, como un embutido que, tras ser consumido o abandonado por algún transportista, habría llegado a manos —o mejor dicho, hocicos— de los animales salvajes.
Aunque esa teoría, contemplada en los escenarios de riesgo, no se ha descartado, a medida que avanzan las investigaciones otra hipótesis que ya se contemplaba desde el comienzo está cobrando fuerza. Se trata de la posibilidad de una fuga accidental del virus desde el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CReSA), ubicado en Bellaterra.
Este laboratorio, que trabaja con virus animales de alta peligrosidad, había comenzado a experimentar precisamente con la cepa Georgia 2007 del virus de la peste porcina africana durante la segunda semana de noviembre. Esta variante es idéntica a la que se ha detectado en los jabalíes muertos en la zona.
La información, publicada por El País y basada en documentos oficiales de la Comisión Nacional de Bioseguridad, revela que durante las fechas en que apareció el primer jabalí infectado, el laboratorio tenía en marcha al menos dos experimentos con esta cepa. El primero consistía en probar una vacuna en cerdos mediante inyección de un virus genéticamente modificado. El segundo, realizado en noviembre, utilizaba una versión atenuada de un virus similar aislado en Armenia en 2007.
La aparición del primer cadáver de jabalí infectado se produjo el 28 de noviembre, a escasos cientos de metros del CReSA. Esta coincidencia temporal y geográfica ha intensificado las sospechas de una fuga accidental, aunque aún no se ha descartado ninguna hipótesis. El propio Ministerio de Agricultura reconoció públicamente, una semana después del hallazgo, que consideraban la posibilidad de un escape de laboratorio como causa del brote.
Una hipótesis: las posibles obras en el centro
El laboratorio, en obras desde mediados de septiembre, no contaba con doble vallado. A pesar de que las instalaciones cuentan con múltiples medidas de bioseguridad —como duchas obligatorias para los investigadores, filtros dobles para el aire, descontaminación química de efluentes y destrucción de restos mediante incineración o digestión alcalina—, lo cierto es que la proximidad de los brotes al centro y la coincidencia con los ensayos levantan dudas razonables.
Desde la Generalitat se ha impulsado una auditoría independiente, en la que participan seis expertos en bioseguridad. Mientras tanto, el número de jabalíes muertos asciende a trece, todos dentro de un radio de seis kilómetros en torno a Cerdanyola del Vallès. La zona ha sido totalmente cerrada para evitar la propagación de la enfermedad, y se mantienen controles semanales en 55 granjas cercanas. Hasta el momento, todos los análisis a cerdos domésticos han dado negativo.
La crisis ya ha tenido consecuencias económicas. Se ha decretado el primer expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) en el sector cárnico de Cataluña: 458 trabajadores en un matadero de Osona, han sido afectados por la parálisis de la producción. El conseller Òscar Ordeig ha advertido que se necesitarán meses para restaurar la situación anterior al brote, aunque celebra que el foco no se haya expandido más allá del perímetro inicial.
La amenaza a una industria líder
Las implicaciones del brote son graves. España lidera la producción de porcino en la Unión Europea y ocupa el tercer puesto a nivel mundial. El sector exporta por valor de más de 9.000 millones de euros anuales. La peste porcina africana, que no tiene vacuna conocida, representa una amenaza directa a la economía agrícola y ganadera del país. Además de las pérdidas directas, hay en riesgo exportaciones por valor de casi 1.000 millones de euros al mercado chino.
En paralelo, se están planificando campañas de caza para reducir la densidad de jabalíes, que actualmente se estima en 6,3 ejemplares por kilómetro cuadrado en Cataluña. La meta es bajar esa cifra a 4 por kilómetro cuadrado durante 2026. Se espera que los cazadores colaboren en estas tareas, en un intento por controlar una población que, además de estar relacionada con este brote, representa un problema recurrente en muchas zonas rurales y periurbanas.
Aunque aún no hay certezas sobre el origen exacto de esta crisis sanitaria, lo que sí está claro es que tanto la vía alimentaria como la posibilidad de una fuga de laboratorio están siendo investigadas con igual seriedad. Y mientras no se confirme cuál fue el desencadenante, la alerta y la tensión seguirán marcando el ritmo de los próximos meses en uno de los sectores más estratégicos del país.
Imágenes | iStock
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