El diseño sin mampara de las duchas italianas mejora la accesibilidad y sensación de amplitud, y, a diferencia de las duchas convencionales, es mucho más fácil de mantener impecable
Cuando se trata de reformas de baño, pocos elementos suscitan tanto debate como la mampara de ducha. Ese trozo de cristal que pretende proteger el suelo de las salpicaduras acaba acumulando cal, jabón y una limpieza que raramente nos entusiasma.
La alternativa más silenciosa (pero con voz propia) es la ducha italiana: una propuesta sin barreras visuales, con el nivel del suelo uniforme y un diseño que hace estallar la sensación de espacio.
Si tu baño parece el escenario de una película de claustrofobia doméstica, la ducha italiana podría ser tu tabla de salvación. No hay escalones ni puertas que acerquen gotas hacia el pasillo, lo que facilita tanto la accesibilidad como el mantenimiento.
Con un único gesto visual (y una reforma de no poca envergadura), el baño adquiere una armonía fluida que ni el diseñador más minimalista se atrevería a negar.
La limpieza se convierte en un acto cotidiano y relajado. Al carecer de marcos o perfiles por los que se acumule cal, basta una pasada rápida con un paño o una mopa húmeda por el suelo después de la ducha.
Sin mampara ni rincones imposibles, la suciedad no se esconde, justo lo que todos queríamos oír. Además, el agua se evacúa uniformemente por una canaleta o desagüe al nivel del suelo, evitando los charcos y la rutina de secar cada baldosa.
Visualmente, no hay duda: una ducha italiana es una extensión del baño misma. Los revestimientos continúan, ya sea en piedra, cerámica grande o microcemento, y la integración se convierte en una expresión de continuidad estética.
En baños pequeños, el efecto es aún más impactante: cada centímetro se siente más limpio, más aire. Es un espacio visual que respira y que deja espacio para otros elementos de alrededor.
Para personas mayores o con movilidad reducida, la ducha italiana es una declaración de independencia. Entrar y salir sin tropezones o puertas que ensucian el entorno, mejora la experiencia diaria del aseo.
Y no solo es funcional: también sugiere una elegancia que hace que lo práctico luzca hermoso por sí solo. Cabe decir que quienes desean incorporar una mampara a ese espacio siempre pueden añadirla para reducir la cantidad de salpicaduras.
A tener en cuenta
Eso sí, instalar una ducha a ras de suelo no es tarea simple. Se necesita una pendiente correcta para asegurar el drenaje, impermeabilización fiable y, si no se puede construir en obra, hay platos extrafinos que simulan la solución. Este nivel técnico requiere planificación, pero el resultado —siempre eficiente y elegante— justifica el esfuerzo. Una inversión de rueda suave y estética continua.
La ducha italiana representa un encuentro perfecto entre estética, funcionalidad y orden minimalista. Es la opción para quienes no quieren renunciar a la elegancia, pero sí buscan mantener su baño limpio sin guerra. A veces, del diseño más simple nace el confort más profundo.
Foto | IA y Vecislavas Popa
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