A las puertas del Parque nacional de Timanfaya, este municipio de Lanzarote es historia: fue el primer asentamiento europeo en el archipiélago

A principios del siglo XV, los conquistadores europeos llegaron a Canarias y Yaiza fue el punto de partida

Jaime de las Heras

Editor Senior

En el sur de Lanzarote, donde la tierra se ondula entre cráteres apagados y malpaíses que parecen salidos de otro planeta, se encuentra Yaiza, un municipio que no solo guarda uno de los paisajes más sobrecogedores de España, sino también el eco profundo de los primeros pasos de Europa en estas islas volcánicas del Atlántico. 

A menudo, los viajeros que llegan a Lanzarote quedan prendados por la fuerza visual de Timanfaya o por el azul sereno de sus playas escondidas, pero pocos saben que en este rincón de tierra oscura y viento cálido comenzó a escribirse la historia del archipiélago canario bajo el signo europeo.

Yaiza no es un pueblo cualquiera. Es memoria convertida en lugar. Aquí, en la zona conocida como El Rubicón, al borde del mar y a la sombra de los montes antiguos de Los Ajaches, se fundó en 1402 el primer asentamiento europeo de Canarias. No fue una colonia improvisada, sino un enclave pensado para ser semilla: con fortaleza, con iglesia, con sede episcopal. 

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Durante un tiempo, la catedral de San Marcial de Limoges fue el corazón espiritual de estas tierras recién incorporadas a la corona de Castilla, hasta que los piratas ingleses la redujeron a escombros en el siglo XVI. Aún hoy, el aire parece arrastrar vestigios de aquella vida que empezó aquí, cuando la isla era tan desconocida como inhóspita.

El pueblo de Yaiza, tal como lo vemos ahora, fue cobrando forma entre los siglos XVI y XVII. Creció en torno a la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, cuyas paredes blancas han resistido siglos de sol, viento y silencio. Lo que sorprende al caminar por sus calles es la quietud: el modo en que el tiempo parece haberse detenido entre casas encaladas, palmeras solitarias y jardines cuidados con mimo. Es como si el paisaje, tras haber sufrido tanto, hubiese decidido volverse amable con quienes saben escuchar.

Pero el volcán no olvida. Entre 1730 y 1736, la tierra volvió a rugir. Una fisura se abrió bajo los pies de Lanzarote y comenzó una erupción que duraría seis años, sepultando aldeas, campos y esperanzas. Las crónicas del párroco Andrés Lorenzo Curbelo narran con detalle ese infierno de fuego y ceniza que transformó el sur de la isla. Yaiza, milagrosamente, sobrevivió. Y alrededor del pueblo se formó uno de los paisajes volcánicos más extraordinarios de Europa: lo que hoy conocemos como el Parque Nacional de Timanfaya.

Interior de la parroquia Nuestra Señora de los Remedios.

Visitar Yaiza es abrir una puerta al origen y a la supervivencia. Desde sus calles tranquilas se puede llegar, en pocos minutos, al corazón de Timanfaya, donde el suelo sigue ardiendo bajo una capa delgada de ceniza y los géiseres artificiales, creados al verter agua en las grietas calientes, nos recuerdan que el volcán no está dormido, solo en pausa. Hay rutas que se pueden recorrer en autobús, senderos limitados que se adentran en el silencio mineral, y también excursiones en camello que permiten mirar el paisaje con los ojos de los antiguos.

Pero Yaiza ofrece mucho más que su cercanía al fuego. Al oeste, las Salinas de Janubio extienden su geometría sobre la costa, tiñéndose de colores cambiantes según la luz del día. El Charco Verde, en El Golfo, es una laguna de aguas esmeralda atrapada entre coladas de lava y acantilados que caen a plomo sobre el océano. En el sur, el Monumento Natural de Los Ajaches esconde barrancos, senderos de pastores y las legendarias playas de Papagayo, donde el Atlántico se vuelve transparente y cálido como un secreto.

Playa del Papagayo.©Hola Islas Canarias.

Para quienes buscan una conexión más profunda con la isla, Yaiza también permite explorar los viñedos de La Geria, donde cada vid es cultivada en un cráter de ceniza y protegida por muros de piedra que parecen obra de un arte ancestral. De esas uvas nacen vinos intensos, con un carácter mineral que refleja la lucha entre el hombre y el paisaje. Probarlos en alguna bodega local es una manera más de entender Lanzarote con todos los sentidos.

Viñedos en La Geria.

La mejor época para dejarse envolver por Yaiza es entre la primavera y el otoño. Durante estos meses, el calor es suave, el cielo permanece despejado y el viento sopla sin prisa. Sin embargo, Lanzarote no entiende de estaciones como el resto de Europa: incluso en pleno invierno, Yaiza ofrece temperaturas templadas y luz suficiente para redescubrir el mundo con otra mirada.

En el fondo, Yaiza no es solo un municipio. Es un punto de inicio. Aquí comenzó la historia moderna del archipiélago. Aquí la lava marcó el suelo y también el alma de quienes lo habitan. Y aquí, hoy, uno puede caminar entre cenizas y palmeras, entre historia y horizonte, con la sensación clara de que hay lugares donde el tiempo no se mide en relojes, sino en latidos de la tierra.

Imágenes | Hola Islas Canarias / Parroquia Los Remedios

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