Cuando alguien planea un viaje a las islas Canarias, es bastante habitual que imagine un paisaje más o menos uniforme, con playas volcánicas, acantilados y un clima cálido todo el año. Sin embargo, quienes han recorrido más de una isla saben que esta imagen es una simplificación. Las diferencias entre unas y otras son enormes. No es lo mismo caminar entre los bosques húmedos de La Palma que explorar los campos de lava de Lanzarote.
Esta última, junto con Fuerteventura, forma parte del grupo de islas orientales, más cercanas al continente africano, más áridas y con un paisaje mucho más mineral que sus hermanas occidentales, más verdes y abruptas. No obstante, incluso en Lanzarote, que muchos asocian solo con volcanes y tierras rojizas, hay rincones inesperadamente fértiles. Uno de ellos es Haría.
Haría es un municipio situado al norte de Lanzarote. Rodeado de montañas y valles, destaca por su verdor en proporción al resto de la isla, algo que sorprende desde el primer momento. Su estampa contrasta con la imagen más habitual de la isla.
Le llaman el “pueblo de las mil palmeras”, y basta dar un paseo por sus calles o asomarse a su entorno para entender por qué. El valle que lo rodea está salpicado por cientos de palmeras que, junto a otros cultivos tradicionales, crean una postal muy distinta a la que uno podría esperar en esta parte del archipiélago.
Este oasis visual se debe a un microclima particular. En el norte de Lanzarote, los vientos alisios, que soplan con regularidad durante buena parte del año, se condensan al chocar con las montañas. Esto provoca una mayor humedad y unas temperaturas más suaves que en otras zonas de la isla. Como resultado, la vegetación crece con más facilidad y el paisaje se vuelve más fértil.

Pero Haría no solo sorprende por su naturaleza. También es un lugar importante desde el punto de vista cultural. Aquí nació César Manrique, el artista que transformó la forma en que Lanzarote se ha desarrollado en las últimas décadas. Nacido en 1919, Manrique fue mucho más que un pintor o escultor.

Fue un visionario que entendió que la belleza natural de su isla podía y debía convivir con la arquitectura, el arte y el turismo. Gracias a él, Lanzarote ha conservado una identidad visual única, alejada del urbanismo agresivo que ha afectado a otros destinos turísticos.
En Haría, aún es posible seguir los pasos de Manrique. Su casa, en la que vivió sus últimos años, está abierta al público como museo. Se encuentra en las afueras del pueblo y fue construida integrándose en la naturaleza. Está rodeada por palmeras, jardines y lava petrificada.

El visitante puede recorrer sus habitaciones, su estudio, ver sus herramientas y objetos personales. Todo está dispuesto como si el artista aún habitara allí. Esta visita es una forma excelente de acercarse a su mundo y a su forma de entender el arte y la vida.
Más allá del legado de Manrique, Haría es un pueblo que invita a la calma. Sus calles empedradas, su plaza central con grandes ficus, las casas blancas de arquitectura tradicional canaria… todo transmite una sensación de autenticidad.
Los sábados se celebra un mercado artesanal donde es posible encontrar productos locales, desde cerámica hasta miel o cremas elaboradas con aloe vera. Y para quienes quieran explorar más a fondo la zona, hay senderos que conducen a miradores y a pequeños caseríos diseminados por el valle.

Entre los lugares que merece la pena visitar está el Mirador de Haría, desde donde se obtienen vistas panorámicas de todo el valle, y un poco más allá, el Mirador del Río, una obra de Manrique que se asoma al océano y ofrece una vista impresionante del archipiélago Chinijo, con la isla de La Graciosa en primer plano. Es otro ejemplo del equilibrio que el artista logró entre naturaleza y arquitectura.
Haría es un destino para visitar en cualquier época del año, pero la primavera tiene un encanto especial. Es entonces cuando el valle está en su máximo esplendor, con los cultivos en crecimiento y las palmeras más verdes que nunca. Aun en pleno verano, la temperatura suele ser algo más suave que en el resto de la isla, lo que hace que el paseo por sus calles y montañas sea siempre agradable.
Imágenes | Turismo Lanzarote / Centros de Arte, Cultura y Turismo de Lanzarote / Fundación César Manrique
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