
Los actores mastican sin tragar, la comida es de pega y el café suele ser agua fría. Así se ruedan las escenas donde parece que tragan sin parar
No hay tostada más falsa que la de una comedia romántica. Sale humeante, crujiente, con mantequilla perfectamente derretida, pero nadie la muerde. La protagonista habla, gesticula, y en el plato queda intacta. Bienvenidos al fascinante mundo de la comida decorativa.
En los platós no se come. Se actúa con todas las de la ley. Las tazas están vacías, los bocados son simbólicos y el sonido del masticar es un enemigo a evitar. La ilusión se cuida al milímetro. El sabor no importa. Lo que interesa es que el croissant tenga el ángulo perfecto y el aspecto esperado.
¡No se puede dar un bocado!
Y eso tiene su truco. En muchas escenas, los actores fingen masticar y luego escupen discretamente. El catering no es para disfrutar, sino para mantener la coherencia de plano a plano. Si das un bocado en la toma uno, tendrás que repetirlo quince veces más, junto a la escena, y el pan tendrá que volver a estar intacto al empezar.
De hecho, la comida real sería un problema. Se enfría, se descompone bajo los focos, se mancha la ropa. Por eso en muchos casos es de plástico, de cartón o de espuma. Y si es comestible, se elige algo que no manche, no huela y no haga ruido.
Lo mismo con el café. Aunque los sets de rodaje suelen ir acompañados de cátering para el equipo, el café en escena es harina de otro costal. Agua. Fría. El humo es vapor añadido en postproducción: la magia del cine. Lo importante es que la taza se vea llena y la escena fluya. Beber realmente arruinaría la continuidad si en la siguiente toma el nivel ha bajado.
Según la revista Backstage, muchos “bocados” se escupen o se esconden en mejillas o cubos: se rodaría una misma escena decenas de veces, y comer de verdad sería agotador, calórico y poco práctico.
El motivo es doble: costes logísticos (comida desperdiciada) y la continuidad visual (una bajada de nivel o un masticado desordenado rompe la escena). En realidad, se habla del “eat‑acting”: el actor simula morder, pero justo cuando la cámara corta, suelta el bocado discretamente o para de actuar.
Puro atrezzo
Los desayunos en pantalla no se preparan con hambre, sino con escenógrafos y diseñadores de alimentos. Puro atrezzo. Hay personas especializadas en hacer que una tortilla parezca deliciosa durante horas sin que pierda color ni textura. Puro ilusionismo gastronómico, como el de la publicidad.
Por eso, cuando alguien dice “quiero un desayuno como en las películas”, hay que recordar que ese desayuno no existe, es una quimera, una ilusión. Así se puede ver en cuentas que desvelan este tipo de secretos entre bambalinas como @asmviralvids.
El cine engaña, y lo hace bien. Porque si de verdad mostraran cómo desayunamos, la escena incluiría móviles, prisas, y un café recalentado en microondas. Pero eso no vende. Vende el sueño, aunque huela a espuma y sepa a nada templada.
Foto | Montaje
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