Tronc de Nadal: el postre catalán de herencia francesa, inspirado en el tió, que se come en Nochevieja

Aunque aparentemente el tronco de Navidad no sea para muchos algo más que un brazo de gitano, en Catalunya se trata de un postre de enorme significado y tradición por el hecho de ser la representación del tió, ese tronco que se alimenta y apalea para que cague regalos en Nochebuena.

No obstante, el tronco de Navidad es un postre típico de Nochevieja, que es cuando popularmente se realiza la quema del tió en la chimenea, desterrando a este ser mágico a las cenizas hasta su próxima aparición la siguiente Navidad. Sus cenizas se repartían por el campo posteriormente.

Aunque el tió es una tradición muy antigua en honor al solsticio de invierno y como calefacción en las jornadas más frías mientras ardía, este postre empezó a elaborarse en los años 40 del siglo pasado en honor al tronco navideño debido al cambio de costumbres.

En la tradición catalana, el tió es un tronco que al inicio del adviento se pone en casa con una barretina catalana, rostro humano (ojos, nariz y boca pintados) y se cubre con una manta para que no pase frío.

Cada jornada hasta la Navidad se le alimenta para que defeque el día de Nochebuena regalos pequeños para los niños, como dulces y pequeños regalos mientras se le apalea y se cantan villancicos tradicionales.

En el siglo XIX, el uso mayoritario de las estufas provocó que la tradición de calentarse en la chimenea y quemar el tronco pasara a simularse con un postre en recuerdo de aquella tradición.

Además, actualmente esta tradición ha dado paso a avanzar en cierto modo los Reyes Magos y que el famoso tronco defeque hasta bicicletas y grandes regalos para que los más pequeños aprovechen las vacaciones de Navidad.

Toda la magia en un postre

Toda esta tradición es la que atesora el Tronc de Nadal. El mayor cometido en su elaboración es que se parezca al máximo a este ser mágico de la Navidad y que incluso presente en sus acabados ondulaciones como las que hace la madera en sus cortezas.

El hecho de prepararlo solamente una vez al año hace que además sea un postre especialmente deseado, y además, por las fechas en las que se come, suele elaborarse en familia, y especialmente con la ayuda de los más pequeños.

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En cuanto a sus orígenes, el tronco de Navidad catalán tiene como precedente versión mucho más pesada que la que actualmente se prepara. Esta versión más ligera inspirada en la Bûche de Noël que se come la noche de Navidad en el país galo.

La tradición en Francia consiste, desde el siglo XII, en adornar un tronco para después quemarlo. Después, sus cenizas se almacenarán en señal de buenos augurios para el año entrante.

Entre los inventores del tronco francés se encuentra un aprendiz de pastelería del barrio parisino de Saint-Germain-des-prés en 1834, una historia que rivaliza con la invención del postre por parte de un pastelero de Lyon.

No obstante, la versión más consensuada es la de que el pastelero Pierre Lacam creó en 1898 la receta de un tronco de mazapán relleno de helado y cubierto de fondant que imitaba la madera.

Esta tradición, similar a la que se celebra en Catalunya en origen (ya que son pocos actualmente los que queman sus tiós en Catalunya), es en la que se inspira la tradición para situar este pastel como postre de Nochevieja.

También como precedente, Marta Manzanares explica en el artículo académico ‘Calendario pastelero catalán’, que el Gremio de Pasteleros elaboraba para celebrar el fin de año el Tronc de Sant Silvestre o pastís de Cap d’Any, un pastel en forma de tronco, de placas rectangulares y en diversos sabores.

Relleno de trufa en Catalunya

La receta catalana consiste básicamente en la elaboración de un fino bizcocho enrollable que posteriormente se rellena de trufa de chocolate y se cubre de chocolate dibujando sobre su superficie con un tenedor ondulaciones de la madera.

La receta francesa, sin embargo, tiene gran diversidad de posibles rellenos en base a crema de mantequilla de chocolate, praliné o café, y existen numerosas variantes en los hogares. Además, existen también diversas variantes que modifican el bizcocho con preparados de mazapán.

Ambos troncos comparten el hecho de rematarse con bonitas decoraciones que emulan la naturaleza y que tratan de representar un tronco preparado para arder en la chimenea.

Una cultura de fuego

En parte, este postre es heredero también de una arraigada cultura del fuego en Catalunya, desde una hoguera crepitante, hasta los fuegos artificiales, los bailes de diables con fuego y las antorchas.

Según explica Salvador Palomar en el artículo de la Universidad Autónoma de Madrid ‘La fiesta y el fuego’, la quema del tió es una nueva excusa en el calendario para reunir a las familias alrededor de la hoguera y transmitir los saberes y las creencias, crear canciones y danzas y explicar historias, todo ello con motivo del solsticio de invierno.

A su juicio, el fuego aparece dotado de un simbolismo de purificación, de renovación, y destruye y transforma lo viejo para dejar paso a una nueva etapa. Al fuego y sus restos, cenizas del tió de Navidad o de la hoguera de la noche de Sant Joan, se le han atribuido virtudes mágicas y curativas.

En el caso que nos ocupa, el pastel es un engranaje más de esta tradición comunitaria que busca transmitir y legar a las nuevas generaciones toda esta tradición. No obstante, también es una forma que tuvo la sociedad de renovarse para recibir con los brazos abiertos un nuevo año.

Imágenes | iStock, Enric Rubio/Flickr, Javi Vte Rejas/Flickr, Amy Ross/Flickr y Jesús Corrius/Flickr.

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