Cómo conservar los albaricoques frescos en casa según su grado de maduración para no desperdiciar ni una fruta

En plena época de albaricoques es fácil dejarse llevar por la pasión desmesurada y acabar con demasiada fruta en casa. Si además tienes la suerte de tener conocidos con árboles que te regalan kilos esta pequeña delicia, saber cómo conservarlos correctamente se vuelve una necesidad vital. Dejar que se echen a perder no es una opción.

A pesar de que la temporada se va adelantando y alargando cada vez más, el albaricoque de verdadera calidad suele estar muy pocas semanas en el mercado, anunciando el final de la primavera y preparando el terreno para el vergel frutal que supone el verano. Si no queremos desperdiciar este manjar, primero que hay recordar un poco cuál es su naturaleza y de qué depende que se conserve mejor o peor.

A estos albaricoques aún les falta madurar un poco para estar dulces y jugosos.

El albaricoque es más delicado que otra frutas de hueso como el melocotón, pero, a diferencia de las sensibles fresas y bayas, pertenece al grupo de los vegetales climatéricos. Esto significa que pueden seguir madurando después de ser recolectados, una vez separados del árbol.

Los frutos crecen acumulando azúcares -por eso una fruta en su punto es dulce- que utilizan para obtener la energía que necesitan en la maduración. En este proceso "respiran", obteniendo y consumiendo oxígeno que liberan en forma de dióxido de carbono a la atmósfera. Además hay frutas, como la fresa o el propio albaricoque, que aceleran esa respiración cuando se acercan a su punto óptimo de maduración, por lo que se pueden estropar más rápido.

La gran ventaja de las frutas climatéricas, incluido el albaricoque, es que se puede cosechar a voluntad según las necesidades del productor o la demanda del cliente, para poder almacenarlos en espacios controlados donde se puede ralentizar esa maduración y después acelerarla.

Consejos para conservar los albaricoques en casa

Obviamente nosotros no disponemos de almacenes o cámaras donde controlar la humedad, la cantidad de oxígeno y dióxido de carbono o la temperatura con precisión, pero sí podemos almacenar la fruta en función de su estado. Hay que organizarse un poco.

  • Clasifica los albaricoques según su punto de maduración. No siempre encontraremos una maduración uniforme ni siquiera comprándolos en el mismo comercio, pues lo habitual es que se vaya renovando el género a lo largo del día.

  • Deja los ejemplares más firmes y duros, algo verdes, a temperatura ambiente, y refrigera los que estén más tiernos y blanditos al tacto, que deberían además desprender un aroma dulce y fragante. Si están blandos y no huelen bien, mala señal.

  • Conserva los albaricoques más verdes fuera de la nevera, en un frutero o cesto por el que circule aire, lejos de la luz solar directa y de fuentes de calor, preferiblemente sin amontonarlos en exceso y sin poner frutas más pesadas encima.

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  • Si quieres que maduren más rápido, colócalos junto a manzanas maduras, o guárdalos dentro de una bolsa de papel con una manzana u otra fruta climatérica que ya haya madurado, sin cerrarla del todo, revisándola cada día. Rercuerda que cuando se acerca a su clímax, el albaricoque pasa de estar aún firme a estropearse en un abrir y cerrar de ojos.

  • Cuando los albaricoques estén ya en su punto, ligeramente blandos al tacto y aromáticos, guárdalos en el frigorífico para ralentizar la maduración y que aguanten más días sin estropearse.

  • Colócalos en la zona menos fría de la nevera, preferiblemente en el cajón destinado a frutas y verduras, sobre una base conservante transpirable, bien separados de otros vegetales climatéricos que estén emitiendo etileno, y sin amontonarlos en exceso.

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  • Puedes usar envases especiales para ralentizar aún más esa maduración excesiva y proteger el fruto, como recipientes específicos comerciales, tápers compatibles con envasadoras al vacío a corto plazo o una bolsa de plástico agujereada.

  • Nunca laves la fruta antes de guardarla, solo cuando la vayas a consumir o utilizar.

  • Revisa bien la fruta almacenada, ya sea dentro o fuera de la nevera, para comprobar que no se pasa antes de tiempo o que no haya algún ejemplar dañado o con moho que pueda contaminar a los demás.

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  • Si acumulas más fruta de la que puedas consumir antes de pasar el punto de no retorno, considera congelar los albaricoques (lavados y secos, cortados por la mitad sin hueso), deshidratarlos, envasarlos en almíbar o elaborar mermeladas y compotas.
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Imágenes | Marco Verch - Unsplash
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