La mejor manera de reciclar un bizcocho o galleta reseca pasa por este postre clásico italiano

Con cualquier elemento de repostería que se haya quedado seco, puedes hacer este fin de fiesta facilón que no necesita mucho esfuerzo

Jaime de las Heras

Editor Senior

El terreno de los bizcochos caseros, como también sucede con las galletas o las pastas, suele sufrir especialmente cuando no le damos salida rápidamente y el dulce en cuestión se nos acaba resecando.

Bien sea por la fórmula inicial o por las condiciones de conservación, la realidad es que un bizcocho esponjoso, si no nos lo comemos pronto, puede acabar convirtiéndose en una amalgama de masa seca que pide a gritos ser remojada en un café con leche para rehidratarse.

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Pero, la realidad, es que si haces cualquier tipo de dulcería casera como galletas, bizcochos, magdalenas, sobaos o pastas, es que siempre vas a tener un aliado de primera en la cocina italiana para convertirlo en un postre nuevo, fresco y, además, poco exigente.

Sí, hablamos del tiramisú, un postre muy habitual en la gastronomía de Italia, aunque no es tan viejo como normalmente pensamos, y que puede ser la salida ideal que tus dulces caseros. O no tan caseros, necesitan.

En un tiramisú puedes aprovechar cualquier bizcocho de soletilla que empiece a secarse, pero también galletas, magdalenas, sobaos o cualquier tipo de dulce de repostería que esté empezando a secarse. Si tenéis bizcochos más altos, o galletas más irregulares, no os preocupéis: desmenuzadlos y alisadlos sobre una fuente de horno, compactándolos, del mismo modo que prepararíais el fondo de una tarta de queso con galleta. 

El procedimiento para aprovecharlo no es complicado. Un tiramisú apenas es una base de bizcocho, un buen café, un poco de licor –que puedes quitar si no te gusta–, una crema de queso mascarpone y una cobertura de cacao en polvo. Ni más, ni menos.

Lo único complejo de un tiramisú es el paso de montar las claras de huevo a punto de nieve y las yemas con el azúcar hasta que queden blanqueadas, con un color amarillo pálido, que luego vamos a mezclar con el queso mascarpone.

La gracia es que haya que trabajar por separado las yemas de las claras y que luego, cuando estén las yemas integradas con el mascarpone, juntemos en movimientos suaves y envolventes las yemas a punto de nieve ligero.

Después, lo único que hay que hacer es hidratar los bizcochos (o las galletas, magdelanas, sobaos…) con el café enfriado, dejamos que empape, y por encima colocamos la capa de crema de huevo y mascarpone, haciendo así tantas capas como nos salgan de bizcochos y crema. 

Luego solo hay que espolvorear cacao en polvo –puro, por favor– y dejar que la mezcla se enfríe en la nevera durante una noche, estando listo para tomar al día siguiente.

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