Soy celiaco y así me organizo dentro y fuera de casa para seguir la dieta sin gluten

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Hasta hace unos años, no había tantos celiacos diagnosticados como ahora, y comer sin gluten era toda una odisea. En los últimos tiempos, la Enfermedad Celiaca (EC) se ha visibilizado entre la población general. Mucho ha tenido que ver en esa tarea la labor de las asociaciones de celiacos y la comunidad científica, que trabaja para mejorar el diagnóstico y el conocimiento de la celiaquía y otros trastornos relacionados con el gluten.

Si bien siempre ha habido marcas como Schär, que lleva más de 40 años ofreciendo productos sin gluten y facilitando que los celiacos puedan disfrutar de la comida y la cocina sin renunciar al sabor y la calidad, lo cierto es que el abanico de opciones se ha ampliado en los últimos años. 

Aun así, quienes están diagnosticados de celiaquía tienen que seguir una estricta dieta sin gluten y ser muy cuidadosos para evitar la contaminación por gluten en la cocina.

¿Cómo se organiza un celiaco dentro y fuera de casa? Tres personas nos cuentan su experiencia.

La vida a.G. y d.G. (antes y después del gluten)

De carácter autoinmune, la EC se puede manifestar a cualquier edad. Eso supone un auténtico antes y después en la vida y rutinas de quienes son diagnosticados como celiacos, como nos cuentan Ángel Luis Alonso (51 años), Ana Isabel Morales (65 años) y Raquel Redondo (27 años).

"Me diagnosticaron en 1987 y, entonces, había unas 2.000 personas identificadas como celiacas en toda España. Para adaptar la dieta, y aunque había panes y galletas sin gluten como los de Schär, no solo había que tener en cuenta la harina de trigo, sino otros derivados como el almidón de trigo, que está presente en muchos productos, ya que se usa como espesante. Tenía 17 años y tuve que empezar a mirar al detalle lo que comía, dentro y fuera de casa", cuenta Ángel.

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Unos años antes, en 1981, Ana Isabel fue diagnosticada como celiaca: tenía 24 años y a su cambio de alimentación se sumó su reciente maternidad, toda una revolución en las rutinas y el día a día. “En Zaragoza, de donde soy y vivo, me recomendaron que fuera a una asociación de celiacos y, como adulta, solo estaba yo: era una enfermedad que entonces se diagnosticaba en niños, pero apenas se investigaba en adultos”, explica.

“En mi caso, el cambio fue totalmente a mejor, mi salud se estabilizó. Eso sí, era difícil adaptarse: había pocos productos, aunque recuerdo que ya entonces conocía los de Schär que estaban muy buenos y tenían bastante variedad. En casa era más sencillo organizarse, pero al ir de viaje, por ejemplo, era más complicado comer bien”, analiza.

La experiencia de Raquel es más reciente. Su diagnóstico llegó a los 21 años, cuando terminó la carrera. “Al principio fue un caos. En casa, con mis padres, tuvimos que empezar a tener en cuenta cosas que hasta entonces ni pensábamos. Pero, al año de empezar con la dieta sin gluten, noté mucha mejoría, se redujeron mis síntomas y mejoró mi calidad de vida”, resume.

Familia que come unida

Cada familia integra la dieta sin gluten a su manera. En algunos casos, se opta por que todos sigan una alimentación sin gluten, para simplificar y agilizar tareas en la compra y la cocina.

En otros casos, y especialmente si hay niños en la unidad familiar (con el objetivo de que no se acostumbren a comer únicamente productos sin gluten), son solo los miembros celiacos los que siguen una dieta ad hoc. En esta, como en tantas otras cuestiones, cada familia es un mundo.

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“Casi todo lo que entra en casa es sin gluten y, en caso de que no lo sea, mi pareja tiene una estantería para esos productos. Aunque es raro que ocurra, si preparamos comida con y sin gluten, primero cocinamos lo mío y, al terminar, fregamos muy bien todo aquello que se haya usado. Eso sí, con el pan en la mesa tenemos cuidado: lo coloco lejos de mi plato y con cuidado de que no pase por encima”, indica Raquel.

“En nuestra casa tenemos todos el protocolo muy interiorizado y siempre hemos comido de manera uniformada, con los mismos menús también para mis hijas”, sostiene Ángel. Y continúa: “Me gusta mucho cocinar y, por ejemplo, cuando preparo bizcochos, tartas o magdalenas, lo hago con los productos de Schär y toda la familia los come, ya que no hay diferencia con los de harina de trigo”.

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En el hogar de Ana Isabel ocurre lo mismo. La familia come unida y se mantiene unida en vigilar la ausencia de gluten en los productos que ella consume. “A veces, son mi marido o mis hijas quienes prestan más atención que yo. Desde siempre hemos estado todos muy concienciados y hemos comido sin usar harina de trigo o pan rallado. Es lo natural para nosotros, además de gestos cotidianos como no untar del mismo plato, por ejemplo”, relata.

Del supermercado a los tuppers

Ángel y Ana Isabel, con amplia experiencia ya en la alimentación sin gluten, reconocen que la mayor variedad de productos y establecimientos con opciones para celiacos de los últimos años les ha facilitado mucho el día a día. “Antes te tenías que ir a los herbolarios o a tiendas especializadas, ahora tienes de todo en los supermercados y el etiquetado es más claro”, indica ella.

“Hay productos en los que simplemente pone ‘sin gluten’ y otros que están certificados y llevan el logo oficial, lo que da más tranquilidad y confianza”, continúa. Los de Schär son de esos productos certificados. “Los panes están muy ricos, siempre ha sido una marca referente para los celiacos. Lo compro, lo congelo y lo voy sacando poco a poco. Y, por ejemplo, cuando busco un capricho, sus galletas o barquillos son una estupenda opción”, comenta Ana Isabel.

Decir adiós al gluten no se traduce (ya) en decir adiós a los sándwiches o las pizzas. “La pizza es mi plato favorito y prefiero preparármela en casa. Está más rica que algunas que podría comer por ahí y así me aseguro de que no me voy a contaminar”, apunta Raquel.

Comer fuera de casa es, cada día, menos odisea para los celiacos: los productos sin gluten o aptos para ellos aumentan su cuota en las cartas de los restaurantes de manera progresiva. Las opciones para elegir se multiplican y los protocolos en las cocinas de los establecimientos también se depuran, ofreciendo a los consumidores seguridad alimentaria.

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Pero, ¿qué hay de los días de excursión o los tupper de oficina? “Por trabajo, como mucho fuera y cocino muchos platos de cuchara, ensaladas y sándwiches. Suelo prepararlos con el Pan de Molde con Cereales de Schär, uno de mis favoritos”, concluye Ángel, que disfruta de uno de los pocos panes con masa madre y que se pueden comer directamente y están tiernos.

Con más de cuatro décadas de experiencia en el sector, Schär incluye en su catálogo panes de diversos tipos, del pan de molde al pan brioche o tostadas a modo de biscote, así como masas, harinas, cereales, galletas o productos listos para comer, como lasañas, helados o fingers de pollo. Un amplio abanico de opciones, apetecible para todo el que se siente a la mesa (sea o no celiaco).

Imágenes: Schär

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