Aquel que me conoce sabe que el mejor sentimiento que me produce la Guia Michelin es la indiferencia.
Aún así hay que reconocer que a pesar de su desvergonzada actitud hacia la gastronomía española (sospecho que por la competencia que supone para la francesa) cuando valoran positivamente un restaurante lo hacen con sus motivos, y que a un restaurante español le cuesta un poco más, si cabe, obtener reconocimientos de esta Guía que a un restaurante de otros paises.
Bueno, pues esto es lo que le ha pasado a Carme Ruscalleda y a su restaurante, el Sant Pau, al que la Guía roja le ha otorgado su máximo reconocimiento, es decir, la tercera estrella.
No es difícil imaginar la cara exultante de felicidad de Carme cuando se ha enterado de la noticia como es fácil ver lo beneficioso que es para un restorán que le sea concedido este reconocimiento. Carme Ruscalleda basa su cocina en el producto y en su propia inspiración, hace una cocina que ella define como "catalana" y "moderna".
La verdad es que una de las cosas más reconfortantes es ver cómo pioneras como Carme o Toñi Vicente (Santiago de Compostela) consiguen que su labor sea reconocida por la crítica, ya que son personas que rompieron moldes en un mundo masculino, el de la alta cocina, para demostrar que la mujer tiene hueco en los mejores fogones más allá de la a veces carcelaria cocina propia.
Enhorabuena, Carme...
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