La remolacha es una desconocida, por lo menos en mi cocina, la he tenido cientos de veces en las manos cuando voy al supermercado, unas veces cocida y envasada al vacío, otras la raíz fresca, pero nunca me he decidido a comprarla y cocinarla. Así que cuando consultaba esta misma mañana mi calendario de frutas y verduras de temporada, me dio cuenta que está en plena temporada, no he podido por menos que interesarme por esta raíz e informarme un poco sobre ella.
Ahora sé que, la remolacha es una raíz carnosa, que de ella existen numerosas variedades, algunas son cultivadas para la industria azucarera y para las destilerías, otras como forraje para el ganado.
Sólo la remolacha de huerta, de carne fina y muy roja, se utiliza como hortaliza y como colorante alimentario.
La remolacha es consumida desde la antigüedad. Fue descrita en 1600 por Olivier de Serres (considerado el padre de la agronomía y que se afanaba en dar a conocer en Occidente los productos importados), diciendo de ella “es una raíz muy roja, bastante grande, cuyas hojas son unas acelgas y todo es muy bueno de comer…“.
Las hojas apenas se consumen, pero, no obstante, pueden prepararse como las espinacas y se utilizan comúnmente en las sopas del este de Europa.
La raíz de la remolacha es rica en azúcar, en vitaminas y en calcio, se come cruda (rallada), pero sobre todo cocida y casi siempre fría, como entremeses, y cuando se hace caliente, como guarnición de la caza o en sopas. Es especialmente representativa de las cocinas flamencas y eslavas. En Alemania se conservan las muy pequeñitas en vinagre.
Foto | Jude Doyland
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