Aunque parezca un poco extraño es una pregunta pertinente la posibilidad de dejar los yogures fuera de la nevera, pues no todos están elaborados del mismo modo y, spoiler, algunas variedades pueden guardarse tranquilamente en la despensa sin que el producto se eche a perder.
Los yogures son alimentos vivos obtenidos a partir de la fermentación láctica de la leche de la mano de dos bacterias: Lactobacillus bulgariccus y Streptococcus thermophilus.
Los yogures que pueden guardarse sin necesidad de refrigeración son los pasterizados, que no necesitan frío y pueden conservase fuera de la nevera durante varios meses sin inconvenientes.
Según explica la Organización de Consumidores y Usuarios, esto es así porque son yogures que han sufrido un proceso de esterilización, en el que se han matado todos los fermentos presentes, con lo cual ya no hay bacterias vivas en su composición.
Las principales ventajas de estos yogures son la duración y la facilidad de conservación, destaca la OCU. En contrapartida, no presentan el efecto beneficioso de los fermentos lácticos vivos, como sí ocurre en los yogures tradicionales.
Por otro lado, los yogures que no son pasteurizados, es decir, los tradicionales, tienen que conservarse refrigerados y no romper la cadena de frío, esto es, mantener su baja temperatura también en el camino a casa y tenerlos fuera de la nevera el mínimo tiempo posible.
Un punto a favor de estos yogures es que aguantan durante bastante tiempo en el frigorífico y que pueden consumirse una vez vencida la fecha de caducidad.
Fecha de caducidad
Según recuerda la OCU, la fecha de caducidad indica que una vez sobrepasada, el alimento puede no ser seguro para su consumo, pero en el caso de los yogures “esto no es así”, puesto que la propia acidez de un yogur y su conservación hacen que sean alimentos seguros aunque pase el tiempo.
Durante muchos años, la propia normativa que regulaba a los yogures establecía la obligación de que tuvieran una fecha de caducidad de 28 días a la salida de la fábrica, pero en realidad pasado ese tiempo los yogures no caducaban, aunque muchos no los consumían y acababan desechándolos.
En 2014 esta normativa se modificó, y se eliminó la obligación de indicar la fecha de caducidad de los yogures, pasando a ser fecha de consumo preferente. Este nuevo nombre se establece alrededor de 35 días después de su fabricación, e indica que, sobrepasada esa fecha, el alimento continúa siendo seguro, pero puede perder cualidades.
La OCU subraya que esta medida no gustó a todo el mundo, de hecho, algunos fabricantes continúan indicando en la etiqueta de los yogures la fecha de caducidad, como un signo de calidad y frescura, algo que OCU no comparte en absoluto: los yogures no caducan, aunque pasado un tiempo (largo) pueden perder propiedades.
Un yogur que ha sobrepasado la fecha de consumo puede presentar un exceso de suero en la superficie. Este suero no es malo, es parte del agua que contiene la leche, pero su aparición puede alterar la textura del yogur. En este caso, se puede comer sin problemas.
Un yogur envejecido, que haya superado la fecha de caducidad, puede presentar una cierta proteólisis (degradación de proteínas), que se puede detectar a través de un cierto regusto amargo. No es peligroso, y se puede seguir consumiendo.
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Ahora bien, un yogur no es un alimento invencible, sino que también tiene el final de sus días señalado, así que hay que saber cuándo se ha puesto malo. Si al abrir la tapa, descubrimos el desarrollo de mohos en la superficie del yogur, en ese caso el alimento sí se ha estropeado y hay que tirarlo.
Foto | Kenny Eliason/Unsplash y Roman Odintsov/Pexels.
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