Joana Costa
EditorA veces, el apocalipsis no llega con fuego ni con catástrofes naturales: llega con una tabla de embutidos, un tupper y una cámara de móvil en vertical que muchos tendrían que tener vetada.
Porque hay fronteras que no se cruzan, y en Catalunya el fuet no se toca. O, al menos, no se lava. Mucho menos se pela. Y ya si lo guardas en rodajitas dentro de un táper en la nevera, la tragedia está servida.
La cuenta @carolportobella, probablemente sin saber que estaba a punto de incendiar el orgullo culinario catalán, compartió su truco infalible: mojar el fuet del Mercadona, quitarle la piel, cortarlo y conservarlo durante en la nevera (según recomienda, un máximo de cuatro días). Todo bien almacenado. Todo muy limpio. Todo... demasiado fuera de lugar.
El fuet no se lava ni se come sin la piel. Un fuet de calidad se elabora tradicionalmente embutiendo la carne en tripa natural y esta es perfectamente comestible. Esta capa blanca está formada por levaduras naturales, hongos inofensivos que se desarrollan fácilmente en productos cárnicos gracias a su metabolismo aeróbico.
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♬ Explícito - Myke Towers
Al dejarse estos embutidos secar y madurar durante la curación, poco a poco las levaduras crecen en su superficie de manera natural, creando una especie de abrigo protector de color blanco, que solemos describir como que tiene aspecto mohoso.
Estos son, en cualquier caso, mohos comestibles e inocuos, que tampoco dejan mal sabor ni afectan a la calidad de la chacina, al contrario. Controlan la pérdida de agua y así se favorece una curación más uniforme y controlada, protegiendo la carne y permitiendo una mejor textura homogénea. Son similares a los mohos naturales que recubren la corteza comestible de muchos quesos.
¿Una genialidad o una tropelía?
Sin embargo, algunos sienten la necesidad de lavar esa capa y hasta de retirarla, y peor aún: de cortar un embutido para conservarlo durante solo cuatro días en la nevera. Las redes están divididas. Lo que para algunos es una aberración sin perdón posible, para otros es una genialidad práctica. “Ríete, pero hace años que lo hago”, comentan algunos. Y no falta quien asegura que comerlo con piel es “cosa de neandertales”.
Pero parte de este debate parte de la esencia misma del fuert y de su propia informalidad y del hecho de ser un desayuno, comida o cena improvisada. El fuet no es solo fuet. Es parte del almuerzo en la montaña, del bocadillo de la abuela, del picoteo de media tarde sin necesidad de protocolo. Y al meterlo en un tupper, se domestica. Se convierte en algo frío, medido, higiénico. Sin alma.
Fotos | @carolportillo/X
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