Puede que, aunque no lo creas, la eficiencia energética de tu casa o el edificio en el que vives sea como el calor o el frío: no lo ves, pero lo sientes. Concretamente, en el coste anual de más que supone tener un domicilio que no cuenta con un buen aislamiento, escapándose por ventanas, tejados y paredes el calor –o el frío– que está tirando de tus calefactores y de tu aire acondicionado, aumentando el gasto de tu hogar.
Una fuga silenciosa de energía que, cada año, aumenta tu factura de la luz, o de gasoil, o de gas natural… Y que con los años se convierte en una forma de perder dinero que, aunque no lo creas, podrías equilibrar mucho mejor de lo que pensabas.
Las formas de mejorar el aislamiento de una vivienda y aumentar su eficiencia energética son muy variadas. La solución, en la mayor parte de veces, no pasa por comprar un aire acondicionado más potente. Ni por elevar el termostato de la caldera. El enemigo silencioso es ese calor que se va y el remedio no pasa por subir la temperatura; sino en evitar que se escape.
Por eso, entre las medidas más habituales que vamos a encontrar están el uso aislante del poliestireno extruido en interior, o el rellenado de las cámaras de aire con diversos materiales, como el poliuretano inyectado, dos formas de ahorrar dinero a largo plazo con la mejora energética del domicilio. Lo mismo que sucede si se reemplazan las ventanas, donde el vidrio supone el 80% de su espacio y un lugar por el que el calor se fuga y el frío penetra.
Motivo por el que ahora se apuesta por las que tengan calidad PVC con vidrios 4-16-4, es decir, que el doble acristalamiento tenga entre medias una cámara de aire mayor (de 16 milímetros), lo que aumentará la eficiencia energética de la vivienda.
La cuestión es: ¿me compensa que mi casa sea más eficiente? La respuesta evidente es sí. OCU cifra en 974 euros anuales el ahorro que supone tener un vivienda que tenga la etiqueta de eficiencia energética A, la más eficaz, mientras que una vivienda con una etiqueta D (un nivel intermedio de eficiencia) supone ahorrar 165 euros en la factura energética del domicilio.
Aún así, va a ser mucho mejor que E, F y G (siendo esta la de mayor consumo energético y menor eficiencia). Lo cierto, siguiendo esta escala, es que es más fácil de comprobar también si sabemos cuánto gasta de más una casa mal aislada.
Para una vivienda con la etiqueta D, el ahorro energético supone, según la misma fuente, 3.201 kwH/al año si se compara con una vivienda con etiqueta G; mientras que una casa que tenga la etiqueta A, se ahorrará 10.523 kwH/ al año.
La cifra sin contexto puede que no te diga nada y cueste entender, pero que con un ejemplo es más fácil de comprender. Un frigorífico eficiente (clase A), el electrodoméstico que más energía gasta en el hogar, unos 150kWh al año. Es decir, que tu vivienda tenga una eficiencia energética G supone aumentar su gasto como si tuvieras instalados 70 frigoríficos en ella.
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