Francia es el país de los castillos. De hecho, se calcula que en el país vecino hay alrededor de 13.000 de este tipo de edificios registrados como monumento histórico, casi un tercio de las construcciones que tienen la categoría de monumentos históricos.
Aunque es cierto, como ya te contamos en DAP en su día, que el concepto castillo en Francia es bastante más ambiguo de lo que entendemos en España, pues la terminología châteaux –la traducción literal de castillos– se utiliza indistintamente para hablar de fortalezas militares (lo que solemos entender en España por castillo) y de distintos tipos de residencias y mansiones rurales, donde el concepto se utiliza para diferenciarse del término 'palace', es decir, palacio, que solía estar destinado a esas mismas construcciones, pero en zonas urbanas.
Por eso, de manera recurrente puede ser un poco decepcionante que busquemos según qué châteaux en Francia y el edificio no sea lo que esperábamos. Más allá de eso, lo que sí es cierto es que el país galo está sufriendo una pequeña fiebre inmobiliaria, según indica Le Particulier, la sección financiera del diario Le Figaro. Comprar una de estas mansiones puede rondar, dependiendo de la ubicación, cantidades alrededor de los 500.000 euros.
Evidentemente, no es una bicoca, pero en términos de inversión para bolsillos que no pasen apuros a final de mes, pueden ser rentables. Hasta que vemos la letra pequeña. Como dice el dicho, muchas veces es más caro el collar que el perro. Y en este caso, el collar incluye calefacción, mantenimiento estructural, impuestos y otros costes que pueden desbordar incluso al comprador más entusiasta.
Precisamente lo que le ha pasado a un inversor, como cuenta un caso en Le Particulier, que se llevó una sorpresa al dar la fiesta de inauguración: hasta 7.000 euros de calefacción, que fue el caso de unos propietarios que quisieron celebrar la compra tras adquirir su château, y se toparon con una factura energética desorbitada solo por tener la casa en condiciones mínimas de confort.
Ahora, imaginemos lo que supondría mantener medianamente habitable el châteaux en esos términos durante todo el invierno. Esto explica por qué muchos de estos castillos se venden a precios que, en apariencia, parecen ridículos. Existen propiedades de este tipo que se ofrecen por menos de 500.000 euros, una suma menor a lo que cuesta un apartamento de tamaño medio en algunas ciudades francesas.
El verdadero escollo llega con los gastos de mantenimiento y restauración, que pueden multiplicar varias veces el coste inicial de compra. Los techos necesitan reparaciones constantes, la piedra requiere tratamientos especiales, los sistemas eléctricos deben modernizarse, y cumplir con las exigencias de conservación del patrimonio histórico supone una inversión sin fin.
Château de La Bussière. ©Tourisme Loiret.
También está el factor emocional. Quienes deciden dar el paso de comprar uno de estos monumentos suelen hacerlo movidos por la pasión. Algunos quieren preservar un pedazo de historia, otros sueñan con una vida entre muros centenarios, rodeados de jardines y leyendas. Pero incluso los más idealistas terminan enfrentándose al peso de las decisiones prácticas: ¿cómo financiar las obras? ¿Cómo afrontar los inviernos? ¿Cómo hacer que el castillo no se convierta en una ruina más?
La paradoja está servida. Por un lado, estos castillos son patrimonio cultural de gran valor, símbolos de la historia y la arquitectura francesa. Por otro, se han convertido en activos inmobiliarios difíciles de gestionar y casi imposibles de rentabilizar si no se cuenta con una sólida estrategia y un presupuesto generoso. El romanticismo de vivir en un castillo suele chocar con la cruda realidad de las facturas, las reparaciones y la burocracia.
Imágenes | Barnes International