Currusco, pico, codo... Hay decenas de nombres para referirse al extremo del pan (y son un tesoro léxico)

Currusco, pico, codo... Hay decenas de nombres para referirse al extremo del pan (y son un tesoro léxico)
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Pocos alimentos hay más antiguos, humildes y populares que el pan. Su importancia cultural es equiparable al catálogo inabarcable de variedades que existen en el mundo, una disparidad que se refleja también en las formas de comerlo o, incluso, en sus denominaciones. Sin entrar a discernir entre barra, colín, baguette o pistola ya encontramos debate en el mismo extremo del pan. ¿Punta, cuscurro, corrusco o pico? La diversidad léxica en torno a este término ejemplifica la riqueza que adquiere un idioma ante los elementos más populares.

Lo demostró hace unos años la propia Real Academia de la Lengua al plantear en las redes sociales cómo llamábamos en español a la punta del pan, lanzando una escueta encuesta de la que salió vencedora la palabra cuscurro, que es la que recoge la propia RAE en su diccionario. La segunda opción más votada fue corrusco, que para los académicos constituye una expresión más coloquial de la primera, pero que muchos hispanoparlantes defenderán como la suya propia de uso diario.

Barras Puntas

La conversación se ha reavivado estos días a raíz de un tweet publicado el pasado día 16 por Carolina Julià Luna (@cjulialuna), en el que nos preguntaba, de nuevo, cómo llamamos al extremo crujiente de una barra de pan. Además, nos pedía indicar nuestra localidad, española o americana, para localizar geográficamente el término. La cuestión forma parte de una investigación sobre las variaciones léxicas en el español, cuya heterogeneidad se dispara cuando se trata de términos muy populares y tan conectados a la identidad cultural y las costumbres más localistas de una sociedad.

Es algo, en realidad, común a todos los idiomas, y que tiene una riqueza especial en el ámbito culinario. Las redes anglosajonas también han vivido sus propios debates en torno a la denominación del extremo de pan, con un desfile de apelativos de lo más variopinto. Es la belleza de los idiomas y un ejemplo evidente de cómo es imposible tratar de reducir esa riqueza a unas normas fijas universales e inamovibles. Las lenguas están vivas y evolucionan con la misma sociedad que las utiliza.

Volviendo a nuestro pan, resulta irresistible no perderse en el hilo de Twitter para recopilar tantos términos diferentes y variaciones de las mismas palabras, con algunos nombres sorprendentes para los que vivimos lejos de la región donde son de uso tan común. Incluso en una sociedad tan globalizada como la de hoy en día, con fronteras culturales cada vez más difusas, es reconfortante comprobar que muchos lugares conservan sus localismos como identidad propia.

Estos son solo algunos ejemplos:

  • Cuscurro, currusco y corrusco (extendidos por gran parte de España)
  • Corrosco (Santiago de Compostela, Ferrol, A Coruña)
  • Cantero (Guadalajara, Cuenca, Madrid y otras zonas)
  • Cabero (Jerez de la Frontera, Sevilla)
  • Teta y pico (Granada)
  • Pico (Andalucía, Madrid y otras zonas)
  • Punta y puntica (Murcia, Valencia y zonas cercanas)
  • Curruscu, cuernu y picu (Asturias)
  • Encetadura (zona montañosa entre Asturias y León)
  • Codo y codito (Tenerife)
  • Kurrusku (Bilbao)
  • Corrusquet y crostón (Aragón)
  • Teta (Buenos Aires, Argentina)
  • Codito y coco (Uruguay)
  • Piquito, culito y puntica (Caravas, Venezuela)
  • Chichita (México)

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