Hay que importar ya esta forma de servir el pan de Portugal: es más higiénico y mejor que las cestas españolas

Se matan dos pájaros de un tiro con un sencillo gesto que, incluso, facilita la vida a los camareros

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Jaime de las Heras

Editor Senior
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Jaime de las Heras

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La escena, cuando pides el pan en un restaurante, te la sabes de sobra. Depende, claro está, del tipo de restaurante o establecimiento en el que estés, pero es muy probable que en todas se repita la misma escena.

Si hablas de un restaurante más fino, lo normal es que te vayan sirviendo el pan a medida que lo consumes. Sin embargo, lo más habitual en nuestros restaurantes es que el pan aparezca en una cesta de mimbre, o de pretendido mimbre pero que en realidad sea plástico, donde vengan los trozos de pan ya rebanados.

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Dos realidades al mismo tiempo que, a mí personalmente, me dan un poco de dentera. La primera viene dada porque el pan, cuanto más tiempo está en contacto con el aire, más duro se pone, salvo que estemos en zonas de costa o muy húmedas. 

Algo que no me suele gustar, la verdad. El pan, sobre todo si ya lleva un rato cortado y esperando para ser servido, se pone duro con bastante facilidad, especialmente si lo dejamos languideciendo en alguna parte de la cocina a expensas de lo que coja un camarero.

La otra realidad es que no me parece lo más higiénico del mundo. Ni por el pan, ni por el recipiente. Limpiar el mimbre no es solo difícil, sino poco frecuente. Esas cestitas de pan, aunque haya restaurantes donde procuren tenerlas relativamente limpias, son una trampa de migas perdidas y sobeteo de manos.

También, insisto, en que si el pan está cortado y a expensas de que lo coja un camarero, estará esperando a verlas venir sobre alguna encimera por la que pasan más platos, más gente y, en definitiva, más de todo.

Bolsa De Pan Y Aceitunas En Adega 25 De Abril Bolsa de pan y aceitunas en Adega 25 de Abril

Por eso, cuando estuve hace no mucho en un restaurante en el Alentejo, concretamente en la Adega 25 de Abril, en la localidad de Beja, me sorprendió ver un detalle que luego he visto reiteradamente en restaurantes portugueses –al menos en la zona alentejana– sin que hablemos de establecimientos caros: traer el pan en una bolsita de tela.

Sí, como las antiguas bolsas de pan que tenían nuestras abuelas, pero hechas de retazos y con una cuerdecita que, además, facilita recoger la bolsa de la mesa. El doble beneficio de la bolsita de marras es evidente.

Por un lado, consigues que el pan no se ponga duro, porque la bolsa retiene mejor la humedad y hace que el pan esté tierno más tiempo. Por el otro, importante a nivel higiénico y sanitario, es que el pan no está en perpetuo contacto con el aire y, sobre todo, que esas bolsitas, una vez utilizadas, se pueden echar a la lavadora sin los problemas que tienen las clásicas cestas.

Con este gesto mataríamos dos pájaros de un tiro y no necesitaríamos estar en el restaurante más elevado del mundo para que así fuera. 

Imágenes | Diomedes Ramos Cruz

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