El 1 de enero bien podría proclamarse como el Día Internacional de la Resaca. Como en casi todas las celebraciones públicas, o quizás más, en Nochevieja nos entregamos al consumo exacerbado de alcohol con las consecuencias que todos conocemos: una resaca insoportable, que se hace más pesada según pasan los años.
Consecuentemente, nuestro primer propósito de Año Nuevo suele ser no volver a agarrarnos semejante cogorza. Pero, hace una década, el periodista canadiense Shaughnessy Bishop-Stall le prometió a su novia algo muy distinto: no volver a beber de forma responsable. Todo con un objetivo, entender cómo funcionan las resacas y escribir un libro sobre los distintos remedios para paliar esta.
En Hungover: The Morning After and One Man’s Quest for the Cure Bishop-Stall cuenta las (malas) experiencias vividas tras atiborrarse de whisky en Las Vegas, beberse una docena de pintas de cerveza en varios pubs ingleses o agarrarse un enorme trozo a base de tequila para acabar incrustado en un cactus cerca de la frontera con México.
Varias docenas de borracheras para probar otros tantos remedios que, supuestamente, deberían acabar con el sufrimiento: conducir un coche a toda velocidad, tomar baños de agua helada, saltar desde un edificio de 260 metros e incluso pilotar un caza.
Todo para llegar a una conclusión poco halagüeña: apenas se ha estudiado como curar la resaca, y no existe un método que realmente acabe con ella.
Las dos fuerzas malignas de la resaca
De acuerdo a las investigaciones llevadas a cabo por Bishop-Stall, la resaca es el resultado de dos factores, que provocan un importante daño en nuestro organismo.
1. Deshidratación
El alcohol es un diurético. Esta es la razón por la que, cuando nos emborrachamos, no paramos de hacer pis y por la que nos levantamos con una sed tremenda. Es por esta razón por la que siempre se recomienda beber agua entre trago y trago de alcohol, pero aunque esto mitiga el impacto de la deshidratación, no es suficiente para evitar sus efectos.
2. Fatiga
Aunque gracias al alcohol parece que nos dormimos enseguida –el clásico “dormir la mona”– este nos impide descansar correctamente, pues no nos permite acceder a los niveles más profundos de sueño. Puedes estar profundamente dormido durante horas y aun así despertarte agotado psíquica y fisiológicamente. El malestar, además, nos impide dormir por lo general durante demasiado tiempo. En definitiva, no descansamos.
El desencadenamiento de estos factores reside en gran parte debido a la ingesta de los productos residuales que acompañan al proceso de obtención de alcohol: sustancias conocidas como “congéneres”, entre las que se encuentran el metanol, la histamina, el acetaldehído y diversos polifenoles. Estas sustancias son más numerosas en las bebidas alcohólicas menos destiladas y de color más oscuro.
Es por ello por lo que la bebida que produce las peores resacas es el coñac, seguido del vino, el whisky y el ron, el vino blanco, la cerveza y, por último, la ginebra y el vodka, que son las bebidas que menos resaca provocan. Eso no quiere decir que el vino provoque de por sí peores resacas, pues su contenido alcohólico es menor, pero si se toma en exceso sus efectos pueden ser peores.
¿Existe una cura?
Como explica Bishop-Stall en su libro, y como cualquiera que se interese por el asunto podrá comprobar, ha habido poca investigación científica sobre el remedio contra la resaca.
Según explicó el autor a The Guardian, esta falta de investigación responde a una suerte de moralismo. Los médicos, que tienen muchas otras cosas que investigar, no se plantean perder el tiempo en estudiar un fenómeno que, al fin y al cabo, tiene un remedio la mar de sencillo y eficaz: no beber. La resaca, además, es incluso positiva, pues disuade al personal de emborracharse.
“Es una lógica difícil argumentar en contra”, reconoce. “[Pero] al mismo tiempo, es probablemente la enfermedad más común. La economía sufre, la vida cotidiana de las personas se ve afectada. Entonces, ¿por qué no podemos poner un poco de esfuerzo en resolver esto?”
En su libro, Bishop-Stall experimenta con diversos remedios tradicionales y modernos, que se pueden clasificar en tres categorías: paliativos –todos los analgésicos que usamos comúnmente–, distracciones –actividades que nos hacen olvidar que tenemos resacas– y remedios violentos, como es ducharse en agua fría, que son una especie de purgante psicológico.
Ninguno sirve para eliminar la resaca. En este sentido, los experimentos del periodista llegan a una conclusión parecía a la que aportó una revisión de estudios publicada en el British Medical Journal en 2005, que afirmaba que “no existe ninguna evidencia convincente que sugiera que cualquier intervención convencional o complementaria es efectiva para prevenir o tratar la resaca. La forma más eficaz de evitar los síntomas de la resaca es no beber”.
Pese a esto, el periodista recomienda en el libro una suerte de cóctel medicinal (formado por productos para los que no se necesitan receta) que, tomado tras emborracharse antes de ir a la cama, es, a su juicio, la medida más eficaz para reducir, que no eliminar, los efectos de la resaca.
Se trata de una mezcla de cardo mariano, para el hígado; N-acetilcisteína, para ayudar al sistema inmunológico; vitaminas B1, B6 y B12, que estimulan el metabolismo; e incienso, que funciona como antiinflamatorio.
Él no garantiza su seguridad (aunque ninguna de las medicinas propuestas es peligrosa) y aparentemente no tiene planes de embotellarlo y venderlo, pero ahí lo deja.
Nosotros os recomendamos, en cualquier caso,** dejar de beber tanto**. Y no solo por la reseca. Ninguna cantidad es buena para la salud, el alcohol siempre es peligroso, y está relacionado con una de cada 20 muertes por cáncer.
Imágenes | Penguin Random House/Pexels/Pixabay
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