A pesar de que todavía hay personas que te mirarán raro si afirmas que eres vegetariano o vegano, hoy en día son términos plenamente conocidos y aceptados en nuestra sociedad, con los que casi todo el mundo está familiarizado. Es más, la alimentación vegetariana y sus variantes se han convertido en una moda, y no dejan de aparecen tendencias nuevas bajo términos de lo más variopintos. La última gran moda que está ganando adeptos es la dieta flexivegana pero, ¿se puede realmente ser flexivegano? ¿Cuál es su sentido?
El flexitarianismo es más conocido porque lleva ya más de una década entre nosotros, aunque en España empezó a pisar fuerte hace unos años. Hasta hace no demasiado tiempo, ser vegetariano estaba incluso mal visto, pero en la actualidad cada vez se reconocen más sus virtudes y beneficios, tanto para la salud como para el medio ambiente. Pero con la obsesión que vivimos hoy por lo saludable, aderezada por esa multiplicación enfermiza de modas difundidas por las redes, nos inundan nuevas etiquetas como el flexiveganismo. Si tiene sentido o no, ya es más discutible.
¿En qué consiste una dieta flexivegana?
Si ya estáis familiarizados con el significado de flexivegetariano, el flexivegano sería simplemente un paso más. En términos generales, un vegetariano no come nunca carne, pescado ni derivados, basa su dieta en productos vegetales, pudiendo o no incluir huevos y lácteos –y entonces podríamos hablar de variantes como los ovolacteovegetariano-. Normalmente se marca la diferencia con los vegetarianos estrictos, es decir, los veganos. El veganismo defiende una alimenación en la que no entra ningún producto de origen animal, ni si quiera la miel.
Entonces, ¿qué come un flexivegano? La idea es seguir las pautas del veganismo, pero permitiéndose algunas licencias, excepciones ocasionales, en teoría para poder llevar una vida más cómoda y facilitar la integración con el resto de la sociedad en determinadas situaciones. Por ejemplo, un flexivegano podría hacer la excepción de comer un plato de pasta con salsa de queso o una tortilla de patatas normal cuajada con huevos.
Lo que defienden los flexiveganos es poder disfrutar de la comida sin obsesionarse, sin agobiarse en situaciones que no podemos controlar como eventos sociales o viajes fuera de casa. Evitar por ejemplo quedarte con hambre al ir a una comida de trabajo o a una fiesta en la que no hay nada vegano, pudiendo permitirte comer ciertos productos animales sin hacer un drama de ello. El grado de flexibilidad y la frecuencia de estas excepciones ya depende de cada uno.
Las ventajas que promete
La comida sana basada en frutas, verduras, cereales y semillas está más de moda que nunca y es una de las tendencias en alimentación que más viene pisando fuerte. Las redes sociales están ayudando a difundir las virtudes de este tipo de alimentación, en parte gracias a influencers, gurús y celebridades que comparten cada día sus preciosos platos, cuencos y batidos coloridos.
Defienden que esta forma de comer es más saludable, te hace sentir mejor y también tiene virtudes para la belleza del cuerpo. Además sería compatible con el deporte y una buena forma de adelgazar o prepararse para la operación bikini. Cada vez se demonizan más las grasas saturadas, los productos procesados y el exceso de azúcar, y los llamados superalimentos no dejan de marcar tendencias.
En principio todo esto no es malo, al contrario, promover una alimentación y hábitos de vida saludables siempre es positivo. El problema es que para muchos se está convirtiendo en una obsesión y algo un poco superficial y banal. Y esa manía que tenemos en ponerle etiquetas a todo, como si fuera imprescindible clasificar en cajones cerrados cualquier cosa, no siempre es buena idea, pues es además ahí cuando empiezan a surgir las críticas.
Por qué muchos veganos no lo ven con buenos ojos
El veganismo no consiste sólo en dejar de comer productos animales, es una elección que responde a una filosofía concreta, a una forma de ver el mundo y de querer actuar en consecuencia. Es un estilo de vida que se basa en el respeto a los animales, en respetar su libertad como seres que son capaces de sentir y en no utilizarlos o explotarlos con ningún fin. Un vegano no vestirá jamás con cuero o pieles, y tampoco usará a los animales como puro entretenimiento o espectáculo de ocio.
Por eso, muchos veganos estrictos no ven del todo bien que alguien se considere flexivegano. O eres vegano, o no lo eres, pero permitir excepciones de vez en cuando no parece casar muy bien con su filosofía. Puede parecer una actitud demasiado estricta, pero es que precisamente en eso se basa el veganismo. El término “flexivegano” parece que implica que la persona que lo practica se considera vegano, pero sólo cuando le conviene. Si no eres vegano al 100%, ¿por qué usar ese término? ¿Es una actitud hipócrita?
¿Demasiadas etiquetas?
Cuando empezó a usarse el término flexivegetariano no faltaron las críticas y burlas por gran parte de la sociedad omnívora. ¿Se podría usar al revés, con un supuesto “flexicarnivorismo”? ¿Los habituales de la dieta mediterránea pueden ser flexivegetarianos sin saberlo? Y es que parece que hay un exceso de etiquetas entre nosotros que empieza a ser preocupante.
Sin caer en radicalismos, puedo comprender a los veganos que no ven bien la moda del flexiveganismo. Mi alimentación se basa en gran medida en alimentos vegetales, y cada vez consumo menos carne. De hecho, hace años que sólo pruebo la carne de ave, por motivos propios personales que son una elección mía, pero que tampoco trato de imponer a nadie. Sin embargo, cuando un familiar me dice “Hija, por comerte un filete de ternera una vez no te va a pasar nada”, es cuando entiendo la postura de los veganos.
Claro que no me va a pasar nada, pero es que no se trata de eso. Pero, ¿qué ocurre si voy a comer fuera, y en el menú sólo hay platos con carne? ¿Hago una excepción y me adapto, o me conformo con la triste ensalada de lechuga de bolsa y el tomate mustio? Eso es ya una elección personal, pero creo que si eliges el filete, ya no eres vegano.
Me parece estupendo que cada vez más gente siga las recomendaciones de los organismos internacionales en reducir el consumo de carne, por motivos de salud y de sostenibilidad. Es realmente muy positivo que la sociedad esté tomando conciencia de que hay que basar la alimentación en frutas, verduras, legumbres y cereales, recuperando la dieta mediterránea y una comida menos procesada. Pero, ¿hace falta ponerle etiquetas?
Creo que las cosas pueden ser mucho más sencillas. Ser vegano implica un compromiso muy concreto, y si no se puede seguir su filosofía al 100%, me parece que no tiene sentido aplicarse el apelativo. Se puede llevar una alimentación saludable, basada mayoritariamente en productos vegetales y que sea respetuosa con la naturaleza, sin necesidad de ponerle un nombre a todo. No pasa nada si nuestro estilo de alimentación no pertenece a ninguna etiqueta, y tampoco hay que seguir todas las modas.
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