La popularización de Bizum para dividir la cuenta abre heridas en las dos Españas: la de pagar a escote vs. la de cada uno lo suyo

La popularización de Bizum para dividir la cuenta abre heridas en las dos Españas: la de pagar a escote vs. la de cada uno lo suyo
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Es una discusión de barra de bar tan antigua como los bares mismos: ¿cómo pagamos la cuenta?

En la mayor parte de España está generalizada la costumbre de pagar a escote: una palabra que viene del antiguo vocablo francés escot, que hacía referencia al pago de un tributo. Para algunos, una obligación fraternal, para otros, los que menos comen o (no) beben, un impuesto revolucionario que les hace perder dinero cada vez que socializan.

Javier es valenciano, una tierra en la que, a diferencia de sus vecinos catalanes, pagar por separado ni cotiza: “Siempre pagamos a pachas, sin mirar lo que ha pedido cada uno, y queda de roñoso cuando en alguna cena alguien lo hace. Mis amigos son muy bestias. Te hablo de que un sábado van a un restaurante con terraza a las 13.00 h y salen a las 20.00 h con una cuenta de 150 euros por persona. Yo no bebo más que en bodas y cosas así, así que imagina lo que me sale a cuenta salir con ellos”.

Hasta hace muy poco, la comodidad era el gran argumento de los defensores del pago a pachas: es un sindiós dividir según qué cuentas, tanto para los clientes, como para los hosteleros. No hay nada que incordie más a un camarero que ir separando de la cuenta lo que ha comido cada comensal.

“Me relaciono con grupos que hacen las dos cosas, tanto escote como dividiendo por consumición”, explica Esther. “La verdad es que suele dar infinitamente más problemas lo segundo y se crea peor ambiente, más rato prorrateando tus cuentas con el camarero, que si sobra o falta dinero de alguien, quién se está escaqueando, etc.”

Pero, con la llegada de aplicaciones como Bizum, si puede pagar una persona con tarjeta y, luego, que cada uno le pague lo suyo, la cosa cambia. O quizás no tanto.

Obus Terraza

“Ya te mandaré un Bizum”

En realidad, la llegada de aplicaciones de móvil que permiten pagos inmediatos no ha hecho más que reavivar un debate en el que todo el mundo sigue cumpliendo el mismo papel: los roñosos lo tienen más sencillo para reclamar los 20 céntimos que les debes de la última cena y los aprovechados te dirán aquello de “ya te mandaré un Bizum”. Y ya has visto el Bizum.

Aunque en Valencia no se estile –allí la cazalla ha causado más estragos que la heroína–, parece lógico dejar las copas fuera del pago a escote, máxime cuando haya gente que no vaya a tomarlas. Pero las mayores controversias suelen venir por detalles menores.

¿Está bien pedirse un plato más caro que el del resto? ¿Aceptar un plato fuera de carta que, sabes, va salir carísimo y no es para compartir? ¿Pedirse un pacharán porque no vas a comer postre?

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Hay quienes, por pura vergüenza, renuncian a pedir algo que les apetece porque les parece caro para comprobar, solo 10 segundos después, que el colega que más cobra no tiene reparo en elegir ese mismo plato.

El problema no es pagar a escote, que parece lo lógico y normal entre amigos, es aguantar a cutres u oportunistas.

Todos tenemos calado al típico que trata de colocar sus cubatas en la cuenta común y elije, por sistema, lo más caro de la carta. Y en estos casos, quizás, bastaría con decirlo o no volver a comer con él. Eso o buscar amigos de verdad, de esos que saben, mentalmente, que no están abusando de ti.

En realidad, lo más fraternal es beber pagando por rondas, algo que requiere de una confianza mayor aún que pagar a escote. La confianza que brinda la verdadera camaradería, esa que se cultiva invitando por los cumpleaños o pagando las cervezas al colega que se ha quedado en paro.

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