Comprando un billete al pasado. Afiladores en pleno siglo XXI

Comprando un billete al pasado. Afiladores en pleno siglo XXI
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Tiruríiiiii, tiruriraaaaa, tiruriiiiii, tiruriraaaaa... Es posible que muchos recordéis con cariño como cuándo éramos pequeños, uno sonido peculiar nos llamaba la atención. Era una melodía inconfundible. La melodía del afilador. De hecho, hay quien la lleva en su móvil. Pues bien, este mismo fin de semana he afilado los cuchillos por primera vez con un afilador. Y me ha hecho pensar.

No hacía mucho que nos habíamos levantado y de pronto, la típica melodía del afilador ha inundado nuestro salón. No era la primera vez que se escuchaba en mi barrio madrileño de Sanchinarro. Pero esta vez había algo diferente. La primera vez que escuché la melodía, corrí hacia la ventana esperando ver al típico afilador montado en su bici o en su vespino, pero lo que me encontré fue una decepcionante furgoneta blanca que emitía ese sonido por unos altavoces. Obviamente, nada de latiguillos que conectaran los ejes de las ruedas con la rueda de afilar. Todo sería eléctrico supongo. La verdad es que no bajé por pereza. Ni esa vez, ni unas cuantas más.

Pero por el motivo que sea, este fin de semana fue diferente. Mi mujer me dijo "¡oye, el afilador, ¿bajas a que nos afilen los cuchillos?" Soy muy consciente de lo importante que es utilizar cuchillos bien afilados en la cocina, pero estoy muy lejos de saber afilar los cuchillos como un experto, y tampoco tengo las herramientas adecuadas, más allá del típico afilador del cuchillo jamonero. Más que para afilar, sirve para darnos alardes de fileteador profesional jamonero cuando vienen visitas. Eso viste mucho.

He de confesar que me daba corte bajar. Más corte que pereza. Allí iría yo, en pleno año 2013, un blogger que bajaba con su ristra de cuchillos. Pero tenía que hacerlo porque esta vez era diferente. Era un afilador de verdad, de los de mi niñez. Con su harmónica, y con una bicicleta que había modificado, intuyo que el mismo, para unirle dos piedras de afilar al eje trasero.

Mientras afilaba hemos tenido tiempo de hablar. Era la primera vez que se pasaba por Sanchinarro y vivía en Toledo. Lo que pasa es que tenía familia en Getafe y los fines de semana se sacaba unos ahorrillos afilando. "¿Y sacas mucho?" "Pues ná, lo justo para tirar". "Ahora que sé que sí que hay gente por aquí, me pasaré cada 15 días o así". Ni que decir tiene que sabía lo que hacía. Tenía los dedos enormes, duros, supongo que de años haciendo lo mismo. Se ha tomado su tiempo con cada uno de ellos, los ha pulido, ha apretado las tijeras y me ha recomendado que siempre use los cuchillos muy secos, y que tengan cuidado los niños porque ahora "cortan como una navaja de afeitar". Doy fe.

Afilar 6 cuchillos de cocina y 3 tijeras me ha costado 25€. El precio eran 3€ por pieza, pero el buen hombre me ha hecho una rebaja del 7%, 2€.

El oficio de afilador es una de esas profesiones que orbitaban alrededor de la cocina y que se extinguirán. Luego he buscado en eBay cuánto costaba un afilador eléctrico y los había desde 10€. Es decir, por menos de la mitad de lo que he pagado por afilar los cuchillos, habría tenido un afilador eléctrico para siempre. Pero... qué queréis que os diga, hay cosas más allá del dinero, y para mi que un afilador me llamara con su silbato y que me afilara los cuchillos ha sido como comprar un recuerdo de mi niñez. Y eso no tiene precio.

Por cierto, se me ha olvidado preguntarle el nombre. Dentro de 15 días...

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