Durante la semana laboral no suelo darme caprichos más especiales a la hora de la cena, y no lo digo solo pensando en gochadas o platos muy calóricos o de comida rápida. Hay recetas totalmente caseras y también aptas para una dieta saludable, pero que tienen algo especial que las hace más disfrutables en fin de semana.
Y también tenemos más tiempo y ganas de ponernos el delantal una noche de viernes o sábado, especialmente si nos quedamos de plan tranquilo en casa y solo somos dos, tengamos un plan romántico, de amigos, familiar o cualquier otra variante doméstica. Lo que me gusta de estos crêpes de jamón y queso provolone es que es fácil de adaptar a dos comensales, a cuatro o a seis. Su fórmula básica es sencillísima de multiplicar.
Me gusta, además, porque los crêpes salados son una de las especialidades de mi padre, que nunca ha estado al frente de los fogones en casa pero maneja en su repertorio recetas heredadas de su familia y que convertían la cena en algo especial cuando tenía tiempo de cocinar. Me llena de recuerdos alegres de infancia el sonido del batir de loe huevos, el olor de la masa cocinándose, la visión de la torre de crêpes...
Los crêpes de jamón y queso en el fondo son muy fáciles de hacer, y su relleno se puede adaptar al gusto con jamón cocido o sobras de pollo, lacón... y el provolone, si bien funde de maravilla, es sustituible por otro más local, un San Simón o Tetilla, un semicurado de queso, etc. Es la ventaja de los crêpes salados, que van bien con casi todo.
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